“Yo no recuerdo caras, yo recuerdo piernas, ¿Ya has visto clase conmigo antes?” le preguntó un profesor a una estudiante el primer día de clases. Ese y otros testimonios son recolectados por “No Es Normal”, una colectiva, como ellas se denominan, que desde hace cinco años denuncia situaciones de acoso sexual en la Universidad de los Andes y que día a día trabaja por erradicar esta violencia de género en el campus.
En febrero de este año, dicha institución decidió en primera instancia, destituir a Adolfo Amézquita, profesor de la universidad. Amézquita, quien además es ex director del departamento de Biología, fue denunciado en múltiples ocasiones por acoso sexual.
Esta medida se suma a la de la Universidad Nacional, que en septiembre del 2019 reconfirmó la destitución e inhabilidad por 20 años de Freddy Monroy, luego de que fuera denunciado públicamente por acosar sexualmente a varias estudiantes de la institución.
Esta última es la universidad pionera en el país en crear y aplicar un protocolo para prevenir y atender la violencia de género y violencia sexual en el campus. Los Andes, por su parte, tiene un protocolo para abordar casos de maltrato, amenaza, acoso, violencia sexual o de género: el Protocolo MAAD.
Otras instituciones, como la Universidad de Antioquia, la Pontificia Universidad Javeriana, el Colegio Mayor de Cundinamarca, la Universidad Externado y la Universidad Pedagógica han seguido el ejemplo de los Andes y la Nacional, y han empezado a implementar protocolos para prevenir situaciones de acoso. Sin embargo, la mayoría de universidades del país aún no tienen rutas y guías claras para tratar estos casos.
La creación e implementación de estos protocolos, así como la destitución de docentes y funcionarios denunciados por acoso no podría reconocerse sin el trabajo de activistas dentro de estas universidades que, como “No Es Normal”, han llamado la atención sobre la violencia sexual en las instituciones.
Hacemos todo un trabajo de denuncia, estuvimos presentes en la creación del Protocolo MAAD (...) y ahora llevamos también a cabo una labor pedagógica...
“Hacemos todo un trabajo de denuncia, estuvimos presentes en la creación del Protocolo MAAD (...) y ahora llevamos también a cabo una labor pedagógica; de abrir espacios para hablar de género no en los términos que nos ponga la universidad y que considere que se debe hacer, sino en los términos de nosotras en cuanto estudiantes y activistas” explica Amalia Uribe, parte de “No Es Normal”.
El trabajo no ha sido sencillo. Como activistas se han expuesto a riesgos y amenazas por parte de quienes no están de acuerdo con su labor. Además, los costos emocionales que conlleva recibir denuncias y atender casos de violencia de género es algo con lo que cargan a diario.
Sumado a lo anterior, la relación con la universidad es difícil. Pese a las frustraciones que han tenido, entienden que trabajar de la mano de la institución es necesario para lograr mayores cambios.
“Es importante que dentro de la institución haya cierta representación de estas colectivas, porque de otra forma el trabajo es mucho más difícil. Y la manera como ellos ven la violencia de género implicaría unas rutas de atención y unas medidas preventivas que no irían en línea con nuestra manera de pensar la violencia de género”, afirma Beatriz Ramos, integrante del grupo y representante ante el comité MAAD de la Universidad de los Andes.
Para ellas, abrir espacios públicos de denuncia es parte importante de su labor. Un ejemplo es la actividad “Destapa la Olla”, que consiste en recibir testimonios por parte de la comunidad y que luego pueden ser leídos en espacios comunitarios. Fue precisamente este el escenario en el que, el 8 de marzo del 2019, se hicieron públicas más de cinco denuncias en contra de Adolfo Amézquita.
Todavía hay mucho por trabajo por hacer, pero ambas reconocen que la universidad está dando pasos importantes frente a la violencia de género en el campus. Aún así, hay retos como fortalecer las medidas previas a una agresión, puesto que a la fecha el protocolo se activa luego de que se hace una denuncia. También consideran importante que, cuando se sancione a las personas denunciadas, se haga explícita la razón.
“La institución no dice “te estamos sancionando o suspendiendo porque violaste a alguien” si no porque “estás afectando la convivencia de la universidad. Eso políticamente y simbólicamente es durísimo; es una negligencia, es una forma de complicidad”, señala Amalia.
Pese a las barreras, las activistas son optimistas frente al trabajo y avances que vienen. En el podcast de esta semana de No Es Hora De Callar, Amalia Uribe y Beatriz Ramos, estudiantes de la Universidad de los Andes e integrantes de “No Es Normal”, hablan sobre su labor en la institución.
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