Es más difícil que las mujeres seamos escuchadas durante las videollamadas de trabajo debido, no solo a la interrupción de la que somos objeto por parte de nuestros pares hombres, sino a que el lenguaje corporal ya no se tiene tan en cuenta. No es fácil que las mujeres seamos escuchadas en medio de una cultura que nos ha enseñado, a todos por igual, que nosotras no tenemos cosas muy interesantes o inteligentes que decir.
El fenómeno de ser constantemente interrumpidas se ha englobado bajo el término manterrupting, que viene de las palabras en inglés ‘man’ (hombre) e ‘interrupting’ (interrumpir). Suele referirse a las interrupciones que hacen los hombres a una mujer cuando consideran que esta no maneja o conoce bien un tema, o que no es lo suficientemente importante para seguirlo discutiendo.
Si eso ocurría con frecuencia en las reuniones presenciales en la oficina, se ha perpetuado en el mundo virtual, donde los gestos verbales para pedir la palabra quedan invisibilizados en medio de un río de pantallas e imágenes de personas reunidas en la misma videollamada.
El Foro Económico Mundial realizó un estudio, en conjunto con la ONG Catalyst, sobre este tema y encontró que al 45% de las mujeres líderes empresariales en Estados Unidos les resulta más difícil de lo normal hablar y ser escuchadas durante las videollamadas. Además, una de cada cinco se siente directamente ignorada en estas reuniones.
El problema empeora cuando no solo nos escuchan menos, sino que nos ponen atención para observar lo que se ve en cámara: que nos veamos “profesionales”, estemos maquilladas, peinadas, en medio de un entorno agradable y controlado. Varias hemos tratado de usar camisetas en estas reuniones, como lo hacen nuestros compañeros hombres, y nos señalan por estar demasiado informales.
Los obstáculos aumentan si hay factores imposibles de controlar: niños pequeños que buscan a sus madres, tías o abuelas, o mascotas que entran en la conversación sin quererlo. La imagen de perfección nos la exigen sin tener en cuenta que el entorno laboral irrumpió sin consideraciones en el hogar y que en este la vida es mucho más informal y descontrolada.
En este episodio, nuestra invitada Linda Patiño, analista digital y autora del libro 'Qué diablos hacen los influencers', nos explicó que la brecha salarial también incide en que seamos nosotras las que tengamos equipos tecnológicos de menor gama, con cámaras de menor calidad y que suframos más al momento de entablar estas conexiones.
Las videollamadas de trabajo nos dan más duro a nosotras, pero eso no significa que seamos menos profesionales.
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