Luego del encuentro entre los gobernadores y el presidente Gustavo Petro en el departamento del Quindío, el presidente de la Federación Nacional de Departamentos, Roberto Jairo Jaramillo Cárdenas, junto con otros gobernadores y alcaldes decidieron utilizar la figura del Escudo Nacional en sus perfiles de Twitter.
Valga la pena aclarar, y ello es lo interesante, que dicha imagen no iba acompañada de ninguna diatriba que de una oposición a la propuesta de “Paz total” que viene desarrollando el gobierno.
A pocas horas de colgar dicha imagen, emergieron Tirios y Troyanos, defensores a ultranza del presidente, quienes usaron la retórica de un “golpe blando”, en tanto otros, hicieron mención a desinstitucionalización y abandono a la Fuerza Pública. Pues bien, ni lo uno, ni lo otro. El mensaje era muy claro: Unidad nacional e institucionalidad o fracaso inevitable como sociedad. Es indispensable centrarse en esto último.
La evolución de los escudos como representaciones nacionales se desarrolla al finalizar el siglo XVII y comienzos del XVIII, ya no como la referencia a un poder unipersonal en la imagen del monarca sino como la representación de un pacto social. José Manuel Erbez lo explica en forma brillante: "Se empieza a desarrollar el concepto de nación más allá del gobernante. Y la bandera empieza a identificarse no como la del rey, sino como la de los ciudadanos. De todos ellos". Así, el escudo representa un pacto social y político de una sociedad que lo define en función de la protección de la vida, la libertad y los valores sustanciales de lo que consideramos humano.
En Colombia, la imagen que conocemos del Escudo Nacional se consignó como escudo de armas en el artículo 4 de la ley tercera del 9 de mayo de 1834, firmada por Francisco de Paula Santander: “Estará el escudo sostenido en la parte superior por una corona de laurel, de verde, pendiente del pico de un cóndor, con las alas desplegadas y en una cinta ondeante, asida del escudo y entrelazada en la corona, se escribirá sobre oro, con letras negras, este mote: “Libertad y Orden”.
A pesar que el escudo conservó en mucho su diseño inicial, fue renovado en 1861 durante el periodo federal iniciado en 1857, el cual recogía las cualidades que componen la unidad de la nación, haciendo principal expresión en la fuerza de las regiones, riqueza, libertad explícita en las constituciones de Popayán 1814, Mariquita, Neiva, Antioquia y Pamplona de 1815, e incluso, aparece la imagen del istmo de Panamá, que hoy ya no es un estado asociado como lo fue federalmente en 1857 y 1863, y posteriormente departamento en 1886, siendo hoy plenamente independiente. Increíble ver que la imagen recupera no sólo lo que somos desde nuestras diversidades, sino que nos identifica como nación, pues solamente al verlo, desde la costa, los llanos, las montañas y las islas del país, todos a una, como en la obra teatral de Lope de Vega “Fuenteovejuna”, nos sentimos uno solo: Colombia. Huelga decir, que en la ley 12 de 1984 se ratifica su uso, y en el Decreto 1967 de 1991, se penaliza su desprecio y ultraje.
Esto es lo más valioso del acto intrépido de los gobernadores: llamar a una agenda nacional de consenso. Recuperar los valores institucionales que nos identifican como sociedad y, que desde los sectarismos políticos y de los centralismos exacerbados lo ven como una amenaza a la paz, contrario al impulso democrático que es patente en el ejercicio cotidiano de apoyo al gobierno nacional y reflejado en las preocupaciones expuestas al presidente de la república por los mandatarios locales.
No es un gobierno particular, es la necesidad de sentirnos todos protegidos por el escudo de armas de los ataques visibles de enemigos sin escrúpulos.
Sin duda, incluye a todos, y quiero recalcar “todos”. No es paradójico, las preocupaciones de los alcaldes son las mismas de Timochenko, quien en un foro de la Universidad Javeriana afirmaba: “Yo me sentía más seguro en el gobierno de Duque que en este, porque los otros (grupos armados) están muy envalentonados. Los grupos que se abrieron están tratando de ganar legitimidad diciendo que este acuerdo de paz fracasó. Quieren ganar legitimidad así y por eso las amenazas”. Quiero reiterar, no es un gobierno particular, es la necesidad de sentirnos todos protegidos por el escudo de armas de los ataques visibles de enemigos sin escrúpulos.
La agenda política que se avizora proviene de las regiones que han sufrido directamente las violencias, esa misma agenda que reclama autonomía y reivindicación histórica de una nación pluralista por sus identidades. Me resta hacerle un llamado a los Tirios y a los Troyanos; ¿Puede haber algo más progresista que el mensaje republicano que nuestro escudo define como la condición constitutiva de nuestra sociedad?
No puede haber libertad sin orden como no puede haber orden sin libertad. Para todos me reafirmo como un sujeto orgullosamente colombiano: ¡Libertad y Orden grito desde el Quindío¡ Dejémonos de más palabrerías…