Después de casi dos años de pandemia y confinamientos, un tiempo que ha parecido eterno, vuelve la presencialidad en los colegios públicos. Ayer regresaban 27 de las 96 secretarías de Educación del país en varias ciudades capitales y departamentos. Cali y Bogotá lo harán el 24 y el 31 de enero.
"El llamado es a tener presencialidad al 100 por ciento, un proceso vital para los niños, niñas y adolescentes… estamos listos para recibir a los estudiantes en las aulas", dijo la ministra de Educación, María Victoria Angulo. Es la voz oficial y la que han esperado oír miles de padres y millones de niños.
Y es que si hay un una población golpeada por la pandemia del covid-19, con unas consecuencias difíciles de medir, inclusive mentales, y con serias implicaciones presentes y futuras, son los menores. "El costo de tener un niño en casa es muy alto en términos de aprendizaje, desarrollo emocional, vulneración de derechos, etc.", dijo Ricardo Álvarez, experto en educación. Eso es muy claro.
En un país como el nuestro, de innegable desigualdad, muchos niños sufrieron atrasos en su proceso educativo por falta de conectividad o de medios virtuales. Y muchos padres, en especial madres cabeza de hogar, debieron dejar sus empleos para hacerse cargo de sus hijos. El retorno a las aulas es, entonces, una gran noticia. Y es un punto de esperanza.
Es natural que haya ciertos temores, más cuando estamos en un cuarto pico y la variante ómicron se propaga con velocidad. Pero ahí está, precisamente, el reto de maestros, del personal istrativo y de los padres al cumplir los protocolos, al aplicar rigurosamente el uso del tapabocas, del lavado de manos y la ventilación. Y el Gobierno, a seguir vacunando, inclusive en los propios colegios, como lo anuncia el Ministerio de Salud.
Todos debemos hacer la tarea. Con disciplina y compromiso podemos ver otra vez a los niños aprendiendo con su profe al frente y a los padres de regreso a sus labores.
EDITORIAL