Está cumpliéndose una década, más o menos, del resurgir del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (Ficci), pero también están celebrándose los primeros sesenta años de un evento que contra viento y marea –contra la preeminencia de la televisión aquí en Colombia, contra la falta de apoyo estatal que se resolvió con la ley de principios de este siglo, contra el imperio del cine comercial en los multiplex y la revolución de los servicios de streaming– ha conseguido conservar su lugar en el corazón de la cultura colombiana. El Ficci es, hoy día, un festival amable con el público en general, pero también un evento digno de los cinéfilos más exigentes.
Repite, en la dirección artística, el cineasta Felipe Aljure. Vuelven las secciones especiales, las retrospectivas, las muestras de lo que se está haciendo en los diferentes países, los encuentros con los maestros que han transformado el lenguaje de las películas, las clases magistrales de la programación académica, las proyecciones especiales en los barrios de la ciudad. Resulta conmovedora –abrumadora incluso– la lista de todo lo que podrá verse desde hoy hasta el próximo lunes: del homenaje al llamado Caliwood a la selección de cine indígena, el Ficci promete ser una verdadera reivindicación del poder y la gloria del séptimo arte.
Quizás las mejores señales para los fanáticos del cine sean, sin embargo, los homenaje a los legendarios realizadores Roger Corman y Werner Herzog. El norteamericano Corman, de 93 años, mentor de las grandes figuras del Nuevo Hollywood, sigue siendo el rey de las películas de bajo presupuesto. El alemán Herzog, de 77, es el autor de una serie de clásicos que durante años fueron una presencia inevitable en los cineclubes: 'Aguirre, la ira de Dios', 'Nosferatu' y 'Fitzcarraldo' son los primeros que vienen a la cabeza.
Traerlos es, sin duda, una apuesta inteligente: significa que, en tiempos de cine en las pequeñas pantallas del teléfono, el Ficci se la juega por convocar a los cinéfilos.
EDITORIAL