Hubo una época, no muy lejana, en la que el espacio fue terreno de batalla de las potencias de entonces, sobre todo Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética. Si bien había razones estratégicas de peso, que tenían que ver con los satélites necesarios para las comunicaciones y la seguridad nacional de los dos Estados más poderosos del mundo, también había un poderoso ingrediente de nacionalismo y orgullo. Esto último fue lo que, entre varios motivos, llevó a Estados Unidos al esfuerzo colosal que significó la misión Apolo con el objetivo de ser los primeros en poner un ser humano en la Luna.
Medio siglo después de este memorable capítulo, el mundo es testigo de otra carrera espacial, pero ya no entre países, sino entre individuos. Entre multimillonarios, para ser más precisos. Richard Branson, dueño del emporio Virgin; Jeff Bezos, propietario, entre otros, de Amazon, y Elon Musk, fundador de Tesla, se han enfrascado en un duelo por la actual supremacía del espacio. Y lo hacen con diferentes objetivos: desde la industria del turismo espacial hasta la perspectiva de colonizar Marte, quién sabe si alentados por sombríos pronósticos respecto al futuro del planeta Tierra.
El lance más reciente tuvo lugar hace pocos días, con el primer viaje espacial de Branson en el avión cohete de pasajeros VSS Unity, adelantándose a Bezos, quien tenía previsto hacerlo para el aniversario 52 del alunizaje del Apolo 11. Pero la incursión de Branson no estuvo exenta de polémicas, desatándose una controversia que en Colombia bien merecería el calificativo de leguleya respecto a si realmente estuvo o no en el espacio, habida cuenta de que no traspasó la línea de Karman, ubicada a 100 kilómetros del planeta.
Minucias competitivas aparte, lo que no puede pasarse por alto es que los contendores sean personas, ya no países. Y la pregunta que queda: si se trata de meras excentricidades para alimentar orgullos o de pioneros de una ruta de escape para la que, por desgracia, serán pocos los escogidos.
EDITORIAL