El de ayer en Venezuela fue un día tenso, que transcurrió bajo un halo gris de amenazas y peligros. Y fue, en todo caso, otro día vergonzoso para el régimen de Nicolás Maduro.
A pesar de que la dictadura hizo todo lo posible por coaccionar las manifestaciones de la oposición, millares de venezolanos salieron a las calles a manifestar su rechazo a la posesión de Maduro hoy, para un tercer mandato, y exigir la investidura de Edmundo González, el real ganador de las elecciones del 28 de julio.
Las libertades de nuevo se vieron conminadas. La represión fue bien orquestada y amenazante con la Guardia venezolana y en especial con las milicias bolivarianas, que cerraron o coparon los espacios donde se concentraría la oposición, e instalaron parlantes a máximos decibeles.
Y hubo represión violenta en las calles, como en Caracas, donde la policía trataba de llevarse a la fuerza a algunos manifestantes, en Carabobo y Valencia, o en Chacao, donde María Corina Machado, llena de coraje y patriotismo, hizo su reaparición, a riesgo de su libertad y de su vida, y fue interceptada violentamente. Dice su plataforma política que fue obligada a grabar varios videos. Una pena. El mundo se pronunció y fue liberada. El Gobierno venezolano negó cualquier relación con ese incidente que ayer no había sido suficientemente aclarado.
El presidente Petro no asiste a la posesión de Maduro, pero, por lo ocurrido en los últimos días, debe reconsiderar la presencia del embajador
Pero fue un día lleno de mensajes significativos, comenzando por la valentía del bravo pueblo al salir a pedir justicia, libertad y democracia, enfrentando las mirillas de las armas, así como las cámaras, porque las milicias fotografiaban a los manifestantes. Desde luego, fue un jueves de coraje, encabezado por María Corina, mientras Edmundo González, quien prometió regresar hoy a tomar posesión, terminaba una gira por varios países latinoamericanos, donde sus mandatarios lo respaldaron como el legítimo jefe del Estado venezolano. Y fue un día de solidaridad, porque en varias naciones, incluida Colombia, hubo manifestaciones que igualmente pedían que Maduro abandone el poder.
Para la dictadura, la detención de líderes como el director de la ONG Espacio Público, Carlos Correa; de Enrique Márquez, excandidato de la izquierda; del yerno de Edmundo González, Rafael Tudares, entre varios más, y el ofrecer millonarias recompensas por Edmundo González, solo le han servido para mostrar más los colmillos y la violación de los derechos humanos.
Inclusive le sirvió al presidente colombiano, Gustavo Petro, que había enviado mensajes dubitativos y contradictorios, para pronunciarse por fin en el sentido de que no hará presencia personal en el acto de posesión de Maduro. Era lo correcto desde un principio. Aunque hay intereses políticos y comerciales de por medio, ni a Colombia ni a ningún país democrático le queda bien avalar, ni siquiera con la presencia de un embajador, una posesión ilegítima, más de un gobierno que suprime las libertades políticas e individuales, acusado de apresar y torturar a quienes se oponen. Además de proteger a los grupos armados que asuelan nuestro país. Por lo visto ayer, Colombia debe reconsiderar acompañar esta espuria posesión.
Tal vez Maduro, mediante atropellos y abusos de poder, cumpla hoy su repudiable cometido. Pero cada día devela más la cara de la tiranía. La esperanza del pueblo, que no se rinde, es la solidaridad de las demás naciones, que debe seguir firme.