En medio de hechos innegables que golpean a la sociedad, es común la queja ciudadana. Pero es justo detenerse con más frecuencia a pensar en quienes trabajan con denuedo, compromiso y patriotismo para enfrentar los males, defendernos y aportar en distintos campos para que Colombia sea un país mejor. Es el caso de la Armada Nacional, que está celebrando 200 años, en conmemoración a la gran batalla naval, el 24 de julio de 1823, en el lago de Maracaibo, última de las guerras de independencia, al mando del almirante José Padilla López.
Esta institución, cada día más moderna, con mayor tecnología y compuesta por 30.000 hombres y mujeres, hoy bajo el timón del almirante Francisco Hernando Cubides Granados, no solo muestra una historia gloriosa, sino que es vital para la defensa nacional y para enfrentar las amenazas del crimen organizado, una batalla que libra día a día en las aguas de nuestros mares y los ríos de la patria.
Ya se sabe, por ejemplo, que el narcotráfico, ese monstruo de mil cabezas, se reinventa cada día. La Armada, por tierra y aire, logra muy a menudo impresionantes éxitos, que desafortunadamente pasan casi inadvertidos para la mayoría de los colombianos, pero que es justo valorar y reconocer. Es impresionante, por ejemplo, saber que entre el primero de enero y el 16 de julio de este año, de 385 toneladas de cocaína incautadas por las Fuerzas Militares y de Policía, en una lucha conjunta, 184 fueron incautadas por cuenta de acciones de la Armada Nacional.
Viendo más a fondo la labor de esta institución bicentenaria, los colombianos debemos sentirnos orgullosos, no solo porque es vista con respeto en el mundo, sino por sus aportes en materia de investigación científica, en la constante protección del medioambiente e incautación de fauna y en trabajo social para miles y miles de colombianos. Solo este somero recuento muestra una irable tarea. Así que en su bicentenario solo resta desearle “buen viento y buena mar”.
EDITORIAL