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Iota: un año después

Existe consenso sobre la necesidad de acelerar la marcha en la reconstrucción de Providencia.

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Ayer martes se cumplió un año de la fatídica madrugada en la que el huracán Iota, de categoría 5, chocó contra el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
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Las más afectadas fueron estas dos últimas. El 98 por ciento de su infraestructura fue destrozada, balance al que hay que sumar la afectación que sufrieron sus manglares, corales y bosque nativo. Una verdadera catástrofe que dejó 6.000 personas damnificadas y cuatro víctimas mortales. Siempre hay que tener presente que el daño de un evento catastrófico como este va mucho más allá de lo material, la afectación del entorno y de los recursos naturales causó un traumatismo profundo en la vida de los isleños, quienes a la desolación por la tragedia tuvieron que sumar la incertidumbre respecto a un futuro en el que la probabilidad de volver a sufrir una pesadilla de estas es tal real como agobiante.
Es así mismo lamentable y no puede pasarse por alto el que no sean pocos –la cifra está por establecerse, pero ronda los mil, según fuentes del archipiélago– los habitantes de la isla que han optado, presionados por las circunstancias y asediados por la desesperanza, por abandonarla para siempre. Es un deber moral del Estado darles razones concretas para regresar.
Es comprensible el desconcierto que se puede palpar en la isla y que aflora en los testimonios que hacen parte
del especial periodístico.
Un equipo periodístico de este diario se desplazó hasta la isla con motivo del aniversario para indagar cómo avanza el proceso de reconstrucción. Llama la atención, sobre todo, que un año después de la catástrofe, setenta familias todavía vivan en carpas y que el hospital, semidestruido luego del paso de los fuertes vientos, no haya sido reconstruido.
Es cierto que se registran avances, algunos de importante valor simbólico como el paso peatonal entre Providencia y Santa Catalina. Una lista en la que hay que incluir las 337 viviendas nuevas que ya fueron entregadas y las 625 que fueron reparadas. Pero es verdad también que 12 meses después todavía hay 486 casas nuevas en ejecución y 252 cuya reparación aún está por concretarse.
Contingencias aparte –y aquí la pandemia ha hecho lo suyo–, es comprensible el desconcierto que se puede palpar en la isla y que aflora en varios de los testimonios recopilados por el periodista Miguel Espinosa para el especial multimedia, por la demora en el proceso de reconstrucción.
Una inconformidad a la que se le suma la ansiedad que producen rumores, también recogidos en el trabajo periodístico, sobre supuestos favorecimientos con tinte político. De ello deben tomar atenta nota los entes de control para esclarecer cuanto antes estas versiones.
Por cierto, Procuraduría y Contraloría han emitido informes sobre su labor de seguimiento a las obras. Coinciden ambos en que los logros alcanzados no pueden dejar en segundo plano retrasos en los cronogramas, fallas presentadas –como en la estación de bomberos y el muelle– y verdaderas urgencias: de nuevo, el tema del hospital, que no da espera. El de la Procuraduría señala algo que es clave de cara el futuro: la recuperación de los ecosistemas y las obligatorias obras de mitigación y adaptación a fenómenos de este tipo que, todo apunta, serán cada vez más frecuentes.
EDITORIAL

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