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Incendios por doquier

Mitigar a partir de un trabajo coordinado entre las entidades debe ser la consigna ante las llamas.

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Detrás de las gruesas columnas de humo blanco que los habitantes de Bogotá vienen presenciando, con angustia y dolor por el daño ambiental en los cerros, hay una realidad que debe afrontarse con el mayor rigor por las entidades competentes.
La llegada, ahora sí, del fenómeno de El Niño con su escasez de lluvias y altas temperaturas ha traído consigo los incendios forestales. Solo en la primera quincena del año se produjeron 143 en todo el país, destacándose los ocurridos en Santander. Las conflagraciones arrasaron 2.131 hectáreas de bosque. El preocupante panorama indica que 80 por ciento del territorio está en riesgo permanente, mientras que el 45 por ciento de los municipios están en alerta roja.
Podría decirse que el fuego en los cerros de la capital permitió que sus habitantes vivieran en carne propia una de las consecuencias de El Niño, razón por la que este dejó de ser un dato abstracto y lejano, presente solo en las noticias regionales, para pasar a ser una preocupación real y cotidiana.
abe también un llamado para que se emprenda una reforestación de las zonas arrasadas por las llamas, con especies nativas. 
Porque junto con los días despejados y calurosos que favorecen sin duda algunas actividades recreativas, vienen la disminución del caudal de los ríos, la escasez de agua y alimento para las especies. También, el humo de las quemas y sus riesgos para la salud y la disminución en la productividad de los cultivos, que golpea duramente el bolsillo, entre muchas otras consecuencias.
Es lamentable que ante este panorama sea necesario hacer un llamado para que la respuesta de las entidades nacionales y regionales se dé bajo las pautas y los protocolos técnicos existentes, y blindada de cualquier confrontación política. Pero es necesario. Frente a emergencias como estas, los cuerpos de socorro locales deben tener una óptima articulación con la institucionalidad del orden nacional y un ejemplar respaldo de la ciudadanía, que tiene mucho que aportar. Los gobiernos locales tienen que enfocarse en mitigar de la mejor manera el reto de enfrentar sequías y prevenir el fuego: convocar los comités, seguir los planes de contingencia y transmitir el mensaje de que la situación obliga a no bajar la guardia. Es en situaciones como la actual en las que pensar en el colectivo se convierte en asunto de vida o muerte y debe ser el gran saldo que deje la crisis. Que crezca la conciencia de la repercusión en la sociedad de las acciones individuales.
La gente, como decíamos, tiene que saber que no es el momento de hacer quemas en la agricultura ni fogatas recreativas, pues el riesgo de que se salgan de control es muy alto. En este sentido, la Procuraduría hizo un llamado contundente a la “acción coordinada”, para poder dar “una respuesta oportuna y eficaz”. El ente de control también le pidió al Ideam garantizar y facilitar el a los datos y a los pronósticos.
Dicho lo anterior, hay que hacer un merecido reconocimiento a bomberos, policías, soldados, pilotos de la Fuerza Aérea, de la Defensa Civil y, en general, a todos los organismos de socorro que han dado todo de sí para extinguir las llamas. Cabe también un llamado para que se emprenda una reforestación de las zonas arrasadas por el fuego con especies nativas mucho más idóneas que las foráneas para disminuir el riesgo de incendios en el futuro.
EDITORIAL

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