Comenzó esta semana con la noticia desconcertante de que los libros del escritor inglés Roald Dahl, todo un clásico de la literatura del siglo XX, iban a ser reeditados por su editorial con ciertas correcciones –“puestas al día”, se dijo– para acercarlos a las sensibilidades de algunos lectores de ahora. Pero, luego de las reacciones vehementes y tajantes de numerosos escritores, lectores y observadores de los riesgos que trae la corrección política, se ha llegado a este sábado con la certeza de que se pondrá en las librerías al mismo tiempo una colección inalterada de los dieciséis clásicos de Dahl. “Quedan los lectores libres de elegir la versión que prefieran”, se dijo.
Fue Salman Rushdie quien lideró la crítica sin titubeos a la decisión de los herederos y de la editorial de Dahl de publicar las versiones modificadas de joyas como Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda o Las brujas. Rushdie no dudó en llamarlo “censura absurda”. Lo era. Lo es. Se trata de darles a los lectores versiones moralizadas que despojan a los originales –reconocidos por su humor negro, por su desparpajo, por su visión misantrópica, sin concesiones ni condescendencias, que sin embargo divierte y conmueve– de ciertos pasajes, ciertas palabras y ciertos nombres que podrían contrariar las convicciones de una parte de la población.
Se trata de desconocer, de un plumazo, tanto el contexto de esas obras como el talento de los lectores de varias generaciones para interpretarlas. Y, de paso, de negar aquella vocación de la literatura que el narrador norteamericano Paul Auster ha llamado “contribuir a la confusión”: la tarea de retratar las glorias y las miserias del mundo, la ambición de cuestionar e incomodar a los lectores.
Quedan claras, pues, las dos noticias. Que en el mundo de la cultura hay voces que están convencidas de que es legítimo corregir las ficciones del pasado con las agendas y las reglas morales de estos días, pero sigue habiendo suficientes defensores de la literatura como una valerosa e inquietante expresión de su tiempo.
EDITORIAL