Cada 365 días, 366 si se trata, como esta vez, de un año bisiesto, en esta noche del 31 de diciembre en los hogares surgen diferentes rituales con los que se cierra un ciclo y se abre otro. Uvas, maletas, espigas de trigo llegan con los acostumbrados propósitos de dejar atrás lo que así corresponde y hacer votos para que el nuevo calendario traiga cosas mejores.
En lo que concierne al país, la lista de lo que merece pasar la página es copiosa. Está encabezada por sonados escándalos y fuertes tensiones que han hecho mella en la confianza de la gente en las instituciones, al tiempo que han trastocado las prioridades del Ejecutivo, por momentos más concentrado en la polémica urgente que en la tarea importante. El meridiano del actual Gobierno trajo consigo la agudización de un estilo de gobernar caracterizado por la beligerancia en redes, los señalamientos infundados y el generar crisis innecesarias, cuyos platos rotos han terminado pagando, paradójicamente, los más vulnerables.
El sonado escándalo de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres ejemplifica lo anterior. Este fue, de lejos, el episodio más sombrío del 2024 en materia de corrupción: con 380.000 millones de pesos del erario embolatados, dinero destinado a atender poblaciones en situación crítica como los habitantes de La Guajira, que no tienen agua y que iban a recibirla a través de los carrotanques que no sirvieron. Este desfalco reúne muchos de los vicios y malas prácticas que los electores de Gustavo Petro querían que quedaran atrás cuando votaron por el candidato del Pacto Histórico. Ha sido el más duro golpe para este proyecto político.
Y es que en lugar de una labor serena y eficaz para corregir los males estructurales que explican la inequidad, Petro y algunos integrantes de su equipo por momentos dieron este año la impresión de seguir en campaña. Han dado pie a numerosos y acalorados debates, al tiempo que en lo referente a la gestión, la ejecución es muy baja, las luchas internas muy abundantes y la claridad sobre lo que se quiere y cómo se pretende alcanzar, escasea. Así mismo, el tener ya el sol a sus espaldas ha repercutido en la dinámica de su relación con el Congreso. Luego de unas primeras de cambio en las que se consolidó un bloque oficialista que permitió aprobar, entre otros, la reforma tributaria, el Legislativo ha pasado a ejercer un necesario rol de contrapeso.
Los palos de ciego en sectores críticos como la educación, la energía, la salud y, sobre todo, la seguridad en los territorios generan comprensible preocupación en sectores muy diversos. En las ciudades el balance da cuenta de una baja en el hurto, una leve reducción en los homicidios y un aumento de la extorsión.
Los palos de ciego en sectores críticos como la educación, la energía, la salud y, sobre todo, la seguridad regional generan comprensible preocupación en sectores muy diversos
En varios de estos campos la constante han sido los vaivenes, el privilegiar perfiles con trayectoria en el activismo sobre los criterios técnicos de personas conocedoras de la istración pública y el intentar, a punta de decretos, recorrer atajos para llegar a los objetivos que el Congreso y las cortes en su autonomía han impedido alcanzar. De ahí que uno de los aspectos más destacables de estos doce meses haya sido la labor desempeñada por las altas cortes en su defensa del Estado de derecho. El diseño institucional del país ha sido puesto a prueba con saldo positivo.
De otro lado, hay que registrar como logros destacables el crecimiento de la economía por encima de las proyecciones oficiales de principios de año, aunque lejos del potencial de Colombia, así como el mantener a raya la inflación y el desempleo; igualmente están los buenos guarismos que reportan el agro y las actividades artísticas y de entretenimiento. El Ministerio de Hacienda ha acertado en no apartarse de la regla fiscal. Se debe aplaudir también el éxito que se anotó el país con la organización de la COP16 en Cali, demostrando que cuando se deponen diferencias ideológicas, es posible cosechar hechos positivos. La austeridad en el gasto por cuenta de un presupuesto desfinanciado será la norma en el 2025. Sí o sí, el Ejecutivo deberá priorizar y ser responsable con los recursos públicos.
Con altas y bajas, se va un año difícil para el país. Que también fue marcado por los violentos, que no cejaron en su repudiable empeño de hacer daño y fortalecerse; que continuaron ensañados con nuestros valerosos líderes sociales y defensores de derechos humanos –aterra la cifra de 166 asesinatos este 2024 y 28 firmantes del acuerdo de paz–; o que prosiguieron en su espantosa modalidad de masacrar, la última en Aguachica, Cesar, este domingo, donde fueron asesinadas tres personas de una misma familia.
Pero Colombia es un país que renueva esperanzas. Ojalá en los nuevos propósitos de la Casa de Nariño esté concretar un buen gobierno que repercuta positivamente en la vida de la gente. Que la mencionada austeridad sea su principio rector integral, así como que la unidad nacional en torno a la solución de los problemas que tanto golpean al ciudadano sea el signo del año que mañana comienza.
EL TIEMPO les desea un próspero año a todos los colombianos.