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Llegó la policía

El ingreso de 1.500 nuevos uniformados a Bogotá es positivo, aunque debe ratificarse con resultados.

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No cabe duda de que la incorporación de 1.500 policías más al servicio de Bogotá constituye una buena noticia. Era no solo un reclamo permanente del gobierno distrital sino un clamor ciudadano de cara a los lamentables episodios de inseguridad que predominan en la capital. Este contingente se suma a los otros 1.500 que ya habían hecho su arribo el año pasado, para un total de 17.500 hombres y mujeres que tienen el deber de velar por la integridad de ocho millones de habitantes.
Lo cual significa que aún estamos lejos del estándar internacional de 300 uniformados por cada 100.000 habitantes. Pero se ha avanzado más que en cualquier otro momento y eso hay que reconocerlo. Como también hay que reconocer que el aumento del pie de fuerza fue alentado por la alcaldesa Claudia López y el entonces presidente Iván Duque como parte de la estrategia para reforzar el modelo de vigilancia por cuadrantes.
La otra novedad es que se trata de policías que en el último año recibieron formación gracias a que la istración distrital aportó los recursos para ello. Más de 1.400 millones de pesos se destinaron a este propósito, que bien ha valido la pena.
Dicho esto, hay que dejar claro que más policías no necesariamente significan más seguridad. Aun en las ciudades del mundo que cuentan con niveles de vigilancia en extremo sofisticados, el crimen pelecha y las acciones terroristas se hacen sentir. Y Bogotá no es ajena a ello, máxime cuando hablamos de que en su suelo se han asentado estructuras criminales que controlan rentas ilegales como el narcotráfico, el hurto o la extorsión.
No basta que la policía actúe, que se hagan operativos, redadas o que se desvertebren bandas si la ciudadanía no pone de su parte
Según lo informado por las autoridades, los 1.500 patrulleros se concentrarán en calles, entornos escolares, estaciones de TransMilenio y reforzarán la seguridad en época de Navidad. Eso está muy bien. No se debe perder de vista que donde más reciente el ciudadano la inseguridad es en el atraco callejero y en el transporte público. Los robos a mano armada o con armas cortopunzantes no consiguen bajar sustancialmente y para ello se requiere policía, claro, pero también una labor de inteligencia que arroje resultados contundentes.
Justo es señalar que la mayoría de indicadores de seguridad presentan números positivos, pero acciones como el hurto de pertenencias de un integrante del grupo del cantante Juan Luis Guerra, en el aeropuerto El Dorado, echa por tierra cualquier indicador y se afianza, injustamente, la percepción de inseguridad.
Como lo hemos expresado aquí, no basta que la policía actúe, que se hagan operativos, redadas o se desvertebren bandas si la ciudadanía no pone de su parte. Comprar cosas robadas, no denunciar el delito, no alertar sobre hechos sospechosos hace las cosas más difíciles. Otra pieza fundamental es la que corresponde al sistema judicial y su reto de que los delincuentes capturados sean objeto de castigos oportunos para combatir la impunidad y frenar los casos de reincidencia que generan frustración en la ciudadanía.
La meta de Bogotá es alcanzar los 24.000 policías el próximo año, tarea difícil pero no imposible. Los 3.000 que llegaron en los últimos dos años permiten ser optimistas. Da tranquilidad y confianza saber que ahora veremos más patrulleros en la calle, pero son los resultados de sus acciones los que nos dejarán saber si esta parte de la estrategia de seguridad está dando sus frutos o no.
EDITORIAL

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