El año que está por terminar ha sido de hechos de gran impacto para la humanidad. Cuando el mundo creía que empezaba a recuperar algo de normalidad tras los efectos devastadores de la pandemia del coronavirus, una nueva plaga sacudió al planeta: el regreso de la guerra, esta vez a territorio europeo.
El 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció el inicio de una “operación militar especial” supuestamente para defender a la población rusófona en el este de Ucrania, pero que se convirtió en un conflicto de agresión que aisló a Moscú y le terminó imponiendo costosos paquetes de sanciones. Miles de muertos de lado y lado, unos 8 millones de desplazados y la infraestructura ucraniana destruida es el saldo a primera vista del conflicto que no fue relámpago –como suponían los estrategas–. La feroz resistencia del ejército ucraniano y la ayuda bélica de Occidente lo evitaron. Pero, como siempre sucede, ningún país se salva. La subida de los precios de los combustibles, de los cereales, los fertilizantes y el impacto inflacionista en la economía global, a lo que se sumó el alza de las tasas de interés en varias economías claves, son algunos de los hechos más relevantes. Esto, y el fantasma de una confrontación a gran escala, e incluso el eventual uso del arma nuclear quedan como las inquietudes de un 2022 que no fue de transición.
El fantasma de confrontación a gran escala, e incluso el eventual uso del arma nuclear, es una de las inquietudes de un 2022
América Latina, por su parte, vivió un año de más sombras que luces. El proceso constituyente chileno, fruto de las protestas sociales, terminó en decepción porque la Carta Magna que de allí salió fue vista por la mayoría de los ciudadanos como un riesgo para su futuro y no resultó aprobada en el plebiscito. La reciente caída del gobierno del peruano Pedro Castillo, tras desatar un autogolpe que más pareció un tiro en el pie, las dudas de continuidad que deja la remplazante Dina Boluarte, y las crisis diplomáticas de Lima con México y Colombia, por las posturas de ambos gobiernos que intentan mostrar al expresidente golpista como una víctima, han sido noticias claves en la región, en donde la izquierda fue de nuevo voz cantante tras su llegada al poder en Brasil, con Lula da Silva, y por supuesto, en Colombia, con Gustavo Petro, más los que ya estaban. Preocupación ostensible y pendiente para el futuro de Ecuador deja la desestabilizadora presión del narcotráfico, que removió las entrañas de las cárceles en brutal sangría. Fenómenos de migración récord pasaron por tierras de nuestro país, vía el Darién, y a su vez los colombianos batieron marca de detenciones en EE. UU. por ir sin papeles. En ese país, el reversazo del Supremo al derecho al aborto, las dificultades económicas y los procesos contra Trump fueron primeras planas.
El terrible año de los británicos –con la muerte de la reina Isabel II y la inestabilidad de tener tres primeros ministros en un año– formó parte de las noticias difíciles para los europeos, que vivieron la angustia de la escasez del gas ruso por las hostilidades en Ucrania. Y llegaron los meses más fríos. En China, la consolidación del poder de Xi Jinping con su segunda reelección –a pesar del malestar de la población y las protestas, sin precedentes por las estrictas medidas de la política de covid cero– dominó los últimos días del gigante, a lo que se sumaron otras en Irán por Mahsa Amini, la joven que murió bajo custodia policial tras ser detenida por no portar el velo bajo la norma.
2022 acaba en medio de la guerra. Esperemos que el 2023 nos reciba con algún gesto de paz.
EDITORIAL