En medio de duras y tristes noticias, infortunadamente cotidianas en nuestro país y en el mundo de hoy, a veces pasan desapercibidas otras que son valiosas y merecen ser destacadas, más cuando benefician a millones de personas. Es el caso del estudio, publicado en este diario, que investigadores de China, Paraguay y Colombia realizaron durante cuatro años para analizar el genoma del bocachico, una especie endémica de Colombia.
Ahora que estamos en tiempos de la cuaresma, en que se guardan las vigilias en acatamiento a las creencias religiosas de Semana Santa, es inevitable pensar que de las riquezas alimenticias de la naturaleza bajo el agua se ha nutrido la humanidad desde tiempos inmemoriales. Pero como el hombre destruye lo que más necesita, algunas, si no todas, cada vez están en mayor peligro de extinción. Lo está el bocachico, nuestro pez insignia, que en Colombia merece un pedestal, pues durante muchos años ha nutrido la dieta alimenticia de millones de personas, a la vez que ha sido sustento de otros tantos millones de pescadores. Se calcula que de esta labor depende el sustento de unas 150.000 familias.
La llamada “subienda” es parte de la tradición y la idiosincrasia de los habitantes ribereños del río Magdalena, donde abunda esta especie de agua dulce, así como también del Cauca, del Sinú y el San Jorge, pero que tiene problemas de reproducción. Y esto es muy grave. La misma Organización de las Naciones Unidades para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que para 2030, en todo el mundo, los peces serán la fuente de proteína animal más alcanzable y benéfica para los humanos.
Por todo ello, por saber cómo este pez puede nutrirse mejor, para mejorar su defensa al medioambiente, así como su calidad y supervivencia, son tan importantes estos estudios científicos, muchas veces silenciosos, pero que puede ser un ejemplo para el mundo y fundamentales para la sociedad.
EDITORIAL