Las autoridades de Bogotá han emprendido una intensa campaña para controlar a los conductores mal parqueados. Con más de 500 frentes de obra, un parque automotor que supera los 2 millones de vehículos, con casi un millón de viajes diarios en bicicleta, estacionar donde no se debe solo complica las cosas. Aunque suena evidente, no parecen entenderlo así las personas que a diario optan por ocupar espacios donde está abiertamente prohibido estacionar. O invaden el espacio peatonal para empotrar carros y motos o se invaden los carriles exclusivos del transporte público. Todo ello no hace más que congestionar y afectar la movilidad de la ciudad.
Desde que comenzó la campaña de la Secretaría de Movilidad y otras entidades, se han llevado a cabo 12.000 operativos tendientes a corregir esta práctica. Más de 35.000 sanciones se han impuesto a los infractores y se han inmovilizado 11.000 vehículos.
Los responsables de estas acciones ignoran que su mal comportamiento es una de las causas principales de la congestión de la ciudad. Estacionar en vías principales genera trancones que afectan a todos y contribuyen al caos y el desorden. Amén de que de alguna manera también se ve afectada la productividad.
Como bien lo señala la secretaria del ramo, Claudia Díaz, en entrevista con este diario, el espacio público y el espacio vial son finitos. No se pueden extender caprichosamente. Por tanto, si queremos generar una mejor convivencia, menos estrés y una relación más amable entre todos los actores viales, hay que comenzar por respetar el espacio de cada quien.
La campaña emprendida por las autoridades no debe ser vista como un ensañamiento contra un sector en particular. Es una necesidad apremiante que bien podría superarse con solo cumplir la norma de no parquear en sitios prohibidos. Ya hay zonas de parqueo autorizadas en ciertos espacios, una conquista que tardó años y que ahora muchos parecen menospreciar.