Nos hicieron creer que llegamos tarde, que la historia ya estaba escrita, que los nombres importantes ya estaban grabados. Pero no llegamos tarde: nos hicieron esperar.
Virginia Woolf escribió en Un cuarto propio que "durante la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer". No porque no escribiéramos, creáramos o descubriéramos, sino porque las reglas del juego fueron diseñadas para que nuestros nombres no quedaran registrados. Durante siglos, la historia se escribió desde una única voz y, en ese relato, nosotras fuimos una nota al margen, un silencio impuesto.
La educación fue uno de los primeros muros levantados para mantenernos al margen. Harvard abrió sus puertas en 1636, pero no aceptó mujeres hasta 1872. Cambridge permitió su ingreso a clases en 1869, pero no otorgó títulos hasta 1948. Tres siglos en los que el conocimiento nos fue restringido, negándonos el derecho a aprender por considerarnos intelectualmente inferiores o, peor aún, por miedo a lo que podríamos hacer con ese conocimiento.
El retraso en la educación no fue un accidente. Fue una estrategia. Al mantenernos fuera de las aulas, también se nos mantuvo fuera de la política, la economía y la ciencia.
El derecho al voto no fue una concesión, sino una conquista. En América Latina, el sufragio femenino se aprobó, en promedio, 93 años después que el masculino. En EE. UU., la Enmienda 19, que permitió el voto femenino a nivel nacional, no llegó hasta 1920.
La economía fue otro campo de batalla. Hasta 1974 en EE. UU. y 1978 en España, una mujer no podía abrir una cuenta bancaria sin permiso masculino. Nos hicieron creer que no sabíamos manejar el dinero, pero nunca nos dieron la oportunidad de istrarlo. Y cuando finalmente lo conseguimos, nos exigieron demostrar que lo merecíamos.
La ciencia tampoco nos contempló. Como explica Caroline Criado Pérez en La mujer invisible, la medicina ha utilizado el cuerpo masculino como estándar, ignorando diferencias biológicas clave. Los síntomas de un infarto en una mujer pueden ser distintos a los de un hombre, pero como la mayoría de los estudios clínicos se han basado en cuerpos masculinos, muchas mujeres han sido diagnosticadas tarde, con consecuencias fatales.
La historia sigue en construcción y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que, esta vez, no falte ningún nombre.
La historia nos ha hecho jugar con reglas que no escribimos y luego nos ha exigido demostrar que somos dignas de estar en el juego. Nos hicieron creer que la única forma de ser reconocidas es trabajar el doble, exigirnos el triple, ser impecables, disciplinadas, perfectas. Y cuando fallamos, el juicio es más severo.
Nos enseñaron a competir, pero no a cuestionar. Nos hicieron creer que había pocos lugares y que debíamos pelear por ellos en lugar de ampliarlos. Nos obligaron a demostrar una y otra vez que merecemos lo que ya debería ser nuestro por derecho.
Pero cada vez que una mujer rompe una barrera, no lo hace solo por ella. Cada una que entra a un espacio antes vedado deja la puerta abierta para las que vienen detrás. Nos dijeron que solo hay lugar para unas pocas, pero lo cierto es que hay espacio para todas, siempre que no sigamos jugando con las reglas impuestas.
El problema no es solo estar en la mesa, es rediseñarla. Es asegurarnos de que las próximas generaciones no tengan que seguir justificando su presencia. Es cambiar la conversación, amplificar las voces, cuestionar los modelos que nos han vendido como inamovibles.
Nos corresponde exigir lo que es nuestro, no como petición, sino como necesidad. Y parte de esa exigencia pasa por dejar de juzgarnos entre nosotras con la misma vara con la que se nos ha medido históricamente. Es tiempo de apoyar a las mujeres que se atreven a estar donde antes no se les permitía, de celebrar cada avance sin buscar la manera de minimizarlo.
Si algo nos ha enseñado la historia es que cada paso cuenta. Que cada vez que una mujer se niega a seguir las normas impuestas, está trazando un nuevo camino. Que cada conquista no es individual, sino colectiva.
Nos dijeron que llegamos tarde. Que la historia ya estaba escrita. Que las reglas ya estaban definidas. Pero la historia sigue en construcción. Y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que, esta vez, no falte ningún nombre.
Fundadora de la agencia de publicidad antro.co
CEO advertising agency Humind.us