En el último 'Digital News Report' publicado por el Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, uno de los hallazgos más relevantes fue el auge de TikTok a la hora de establecerse como la fuente más fiable de información para una parte significativa de la población, especialmente entre los sectores más jóvenes de la sociedad.
El crecimiento de la dependencia de estos intermediarios tecnológicos es mucho más visible en algunas zonas del mundo, entre las que se encuentra América Latina, uno de los mercados donde más rápido crecimiento está teniendo TikTok como principal fuente de noticias para la población ubicada entre los 18 y los 24 años. En el caso de Colombia, el 20 % de los s declara utilizar TikTok para informarse sobre temas relevantes.
Al mismo tiempo, ByteDance, la empresa matriz de TikTok, afronta una situación anómala: a la vez que se convierte en la startup más valorada del mundo, con una capitalización de más de 225.000 millones de dólares, se torna en el centro de las disputas por parte de la política estadounidense en la nueva weltpolitik frente a la guerra tecnológica.
Desde los inicios de su primer mandato, Donald Trump acusó a la red social china de estar detrás de una campaña de desestabilización política en Estados Unidos. A tal punto llegó el miedo a TikTok que logró poner de acuerdo a dos líderes tan distantes como Biden y Trump en torno a las sospechas de un posible espionaje por parte del Gobierno chino.
Los dueños de las ‘big techs’ se sienten legitimados para declararse como empresarios sin responsabilidades sociales.
El pasado 2023, la empresa norteamericana Oracle inició la revisión del código fuente de TikTok para asumir las operaciones de la red en territorio estadounidense, a lo que siguió la firma por parte del gobierno de Biden, el pasado mes de abril, de la Ley de Protección de los Estadounidenses frente a Aplicaciones Controladas por Adversarios Extranjeros, la cual obliga a ByteDance a vender su filial estadounidense en un plazo de 9 meses. La nueva ley y la volatilidad de la segunda istración Trump provocaron un desenlace estrambótico con el cierre de todos los servidores de TikTok en suelo norteamericano la noche del 18 de enero. Menos de 24 horas después, el propio Trump, a través de su red social Truth Social, aseguró que aprobaría una orden ejecutiva, la primera de su segundo mandato, posponiendo la suspensión por 75 días.
El último capítulo de esta novela (que no el definitivo) fue la aprobación, el pasado 3 de febrero, del decreto a partir del cual se crea el fondo soberano de inversión en EE. UU., y sobre el que el secretario de Comercio, Lutnick, se apresuró a sugerir que podría utilizarse para facilitar la venta de TikTok. Todo un sainete en plena guerra de los semiconductores entre Estados Unidos y China por el control de un mercado determinante para tomar la delantera en sectores de tanta relevancia como el del desarrollo de GPUs y, por consiguiente, la carrera por la inteligencia artificial.
En este intrincado marco, las posibilidades de constituir TikTok como una fuente confiable de información pasan por una reestructuración de sus mecanismos de transparencia, en torno a la perspectiva de contar con una política de contenidos clara y una apuesta decidida por delimitar la presencia de mensajes lesivos, discursos de odio y fake news, garantizada por una regulación transparente y la preocupación genuina de sus dueños por el avance de la participación democrática.
Lamentablemente, todas estas necesidades van en contra de las últimas declaraciones de los dueños de las big techs y de las principales plataformas, quienes se sienten ya en este momento legitimados para declararse como empresarios sin responsabilidades sociales, imposibilitando que los espacios de interacción que posibilitan las redes sociales digitales estén orientados solo por un mero interés empresarial o ideológico, obviando así la responsabilidad democrática que asumen a la hora de establecerse como uno de los principales valedores de la discusión pública, especialmente entre los más jóvenes.
* Decano de la Facultad de Comunicación y Lenguaje. Pontificia Universidad Javeriana.