Hace unos días escribí un trino que no fue bien recibido por algunas mujeres del Pacto Histórico (PH).
El trino decía: “Todavía no sabemos si las mujeres que ocupan los primeros puestos de la lista del PH apoyan la despenalización del aborto. ¿Cuál de esas mujeres se ha opuesto a la entelequia del ‘aborto cero’ de @petrogustavo? En materia de derechos de las mujeres, esa lista no es progresista”.
Escribí ese trino en el marco de la discusión sobre la despenalización del aborto en la Corte Constitucional. Una discusión que trasciende nuestras fronteras, pues no olvidemos que la Marea Verde, como se conoce al movimiento feminista trasnacional a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, ha logrado, en los últimos años, avances inéditos en América Latina.
El pasado 20 de enero hubo un empate en la Corte Constitucional: cuatro votos a favor de la despenalización del aborto y cuatro en contra, y de estos, tres eran de mujeres. Lo que llevó a que varias personas se preguntaran: cómo ellas, siendo mujeres, ¿habían votado en contra? Una respuesta la dio, por ejemplo, la abogada Alma Beltrán y Puga en una
columna en la que, de manera acertada, nos recordó que el peso del catolicismo en esas tres mujeres fue decisivo a la hora de la votación. Por otro lado, la escritora Piedad Bonnett se
refirió al libro de Bourdieu
La dominación masculina para recordarnos cómo opera la “asimilación y naturalización de esos esquemas del poder masculino por parte de un grupo enorme de mujeres que perpetúan el machismo del que ellas mismas son víctimas”.
Petro no está apelando al sentido común, sino siendo tibio. Está intentando ganar votos sin perder los que —cree él— ya tiene asegurados.
Lo hemos venido diciendo desde hace un rato: la paridad es necesaria, pero insuficiente. Se necesita también una visión feminista progresista. Por esto he criticado el argumento de la paridad en la lista del PH, porque sé que hay mujeres en esa lista que no tienen una agenda feminista progresista. Hay que ir más allá de la condición de ‘mujer’ y preguntarse por la agenda del PH en materia de derechos sexuales y reproductivos. Y es aquí donde el ‘aborto cero’, la que yo creía era una
propuesta exclusiva de Gustavo Petro, merece un análisis. Y digo creía porque, en España, el ‘aborto cero’ es una propuesta de los movimientos provida y ultracatólicos para prohibir el aborto, por lo tanto, es una propuesta sumamente peligrosa y reaccionaria.
En septiembre del año pasado, Petro participó en el pódcast de María Jimena Duzán, quien le preguntó su opinión sobre el aborto. Petro
afirmó (min. 33:32): “Si penalizas, mandas a la muerte a miles de mujeres (…), si no se penaliza, no necesariamente eres proaborto, sino que buscas unos mecanismos para que la sociedad llegue a cero aborto, que fue lo que yo propuse”. Petro da a entender que ser ‘proaborto’ es incentivar el aborto. Se trata claramente de una estrategia electoral para no perder los votos de las personas que están en contra del aborto. Porque, como lo
explicó la abogada Silvia Serrano, “el ‘aborto cero’ no puede estar en ningún programa político que respete los derechos humanos”. En este sentido, Petro no está apelando al sentido común, sino siendo tibio. Está intentando ganar votos sin perder los que —cree él— ya tiene asegurados.
Considero que la izquierda colombiana ha sido muy eficaz en combatir el uribismo como régimen político, pero no como proyecto cultural, un proyecto que va mucho más allá de Uribe porque es precisamente de lo que se nutre la extrema derecha para seguir existiendo. Es decir,
en palabras de la antropóloga Mara Viveros, Uribe encarna “los ideales de masculinidad y blanquidad, que operan en un orden moderno/colonial como el colombiano”. Este es el orden que hay que cuestionar, y por esto la izquierda tiene dificultades en construir una agenda progresista. En muchos temas, la nuestra es todavía una izquierda conservadora.
SARA TUFANO