“Nos conoció mejor de lo que nosotros nos conocíamos, estuvo cerca y entre nosotros, y nos dio la bendición de su sabiduría iluminante derivada de las lecciones del pasado”.
Así se refirió William H. Taft, presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, a la tarea intelectual cumplida por el británico James Bryce, autor de una obra clásica, The American Commonwealth, publicada en 1888 y que puso en tela de juicio la muy elogiada del francés Alexis de Tocqueville, sobre la democracia en Estados Unidos.
La lectura de la frase del juez Taft me trajo inmediatamente a la tarea cumplida por el británico Malcolm Deas, desde su llegada a Colombia en 1963. Ese juicio intelectual le cabe perfectamente a una contribución inigualable en lo que se refiere a la interpretación de nuestra historia, la que hemos vivido desde entonces y la que en diversos ensayos ha descrito. Sobre Malcolm se puede decir: “Nos conoció mejor de lo que nosotros nos conocíamos”.
Lo hizo de muchas maneras. Sus conversaciones son tan aleccionadoras como sus escritos. Sus conferencias y entrevistas, tan relevantes como sus trabajos más elaborados, el más reciente la biografía de Virgilio Barco, que es resultado de una gran síntesis intelectual: su conocimiento del personaje, su familiaridad con la historia de Colombia (siglos XIX y XX) y su interés por la vida provinciana y local, en este caso Norte de Santander. Y su interacción con la política nacional. A esta biografía le dio muchas vueltas a lo largo de treinta años. Entrevistas, lectura de periódicos, análisis de los archivos oficiales, estudio del archivo familiar y personal. Cada frase tiene un sustento. Un privilegio que Barco hubiera contado con un biógrafo tan riguroso.
Como editor del libro sobre la istración Barco (1986-1990), publicado por Fedesarrollo, logró una visión balanceada de este período presidencial al incluir paralelamente textos elaborados por exfuncionarios y por contradictores de alto nivel. Otra vez el rigor, la objetividad, el equilibrio.
Y iro un ensayo breve publicado por el Instituto de la Ciencia Política con ocasión del bicentenario, Reflexiones sobre más de medio siglo de política colombiana, en el cual, en siete páginas, nos transmite una sabiduría decantada durante seis décadas: “En mi más de medio siglo como observador de Colombia he visto enormes cambios, muchos positivos: la urbanización, el ensanche de la clase media, la liberación de la mujer, un nuevo reconocimiento de la población indígena y afrocolombiana, el fin del viejo aislamiento del ‘Tíbet de la América Latina’, las mejoras en expectativa de vida y en salud, en educación, en comida, en vestir, en diversión, y en un consumo popular que ningún burgués tiene derecho de criticar. Y otros negativos: el narcotráfico, la violencia persistente –las peores décadas en la historia republicana–, la descentralización problemática, la muy crecida corrupción y las múltiples ‘tomas del Estado’, la desigualdad creciente, los excesos de lujo... De todo lo que ha sucedido, parte tiene poco que ver con los gobiernos, lo han manejado bien y otra parte mal: demoró mucho mejorar. La competencia del Estado colombiano es muy variada, lejos de tener la capacidad de análisis y decisión que la coyuntura exige” (Colombia: una Nación hecha a pulso, pág. 33).
Ya el rector de la Universidad del Norte, Adolfo Meisel Roca, le rindió un homenaje al publicar un libro dirigido por Eduardo Posada Carbó y que recoge, a la mejor usanza académica, ensayos elaborados por muy reconocidos historiadores, casi todos sus discípulos. Incluye la bibliografía de Malcolm, 14 páginas.
La enorme deuda de gratitud con Malcolm queda bien establecida por él mismo cuando dice: “La historia hace la vida más interesante, (...) la ignorancia de la historia empobrece nuestra existencia”. Malcolm ha enriquecido nuestra existencia.
FERNANDO CEPEDA ULLOA