Hay noticias que pasan desapercibidas, aunque las lecciones que nos dan sean de gran importancia. Una de ellas fue el reciente derrocamiento del presidente Gotabaya Rajapaska en Sri Lanka. Recordamos las escenas curiosas de manifestantes bañándose en su piscina, y nos extrañaba que esa protesta causara su huida por la puerta trasera del palacio hacia las Maldivas y Singapur. La protesta fue más que esa imagen, y la huida del presidente estuvo justificada.
Rajapaska pertenece a una familia poderosa, su hermano fue presidente por muchos años y él había sido su mano derecha, dirigiendo la seguridad del Estado. Logró la rendición absoluta de los rebeldes en el 2009 con cerca de 40.000 tamiles civiles asesinados.
Fue elegido el año 2019 por una mayoría muy grande, después de que una ola de atentados suicidas en iglesias y hoteles paralizó totalmente la actividad turística, una de las principales ramas económicas de Sri Lanka. Su carácter autoritario, en ese momento de crisis, fue decisivo en su elección, pero había otros problemas económicos y sociales que proponía resolver con lemas altisonantes. En uno de ellos, ‘Visión de prosperidad y esplendor’, esbozó la transición del país a una agricultura totalmente orgánica, sostenible y amigable con el medio ambiente.
Una transición es un proceso gradual, y así se había planteado en campaña; pero en abril de 2021 anunció la prohibición total de importación y uso de fertilizantes sintéticos y agroquímicos. Aducía, además de los argumentos ecológicos, que esa acción estaba dirigida a evitar enfermedades generadas por el uso de esos productos, y por tanto ahorrar en costos de salud.
Detrás de la decisión insólita del presidente Rajapaska de experimentar con toda su nación estaba una asesora, figura conocida y nefasta, la activista india Vandana Shiva.
En seis meses ya se había producido la catástrofe. La tercera parte de la tierra cultivable no pudo ser utilizada, los cultivos de arroz cayeron en 20 por ciento; el té, principal producto de exportación, dejó pérdidas multimillonarias, la producción de comida se redujo a la mitad. Hubo que importar alimentos a costos que el pueblo esrilanqués no podía soportar.
Detrás de la decisión insólita del presidente Rajapaska de experimentar con toda su nación estaba una asesora, figura conocida y nefasta, la activista india Vandana Shiva. En la página de su programa Navdanya International (Agricultura Ecológica Internacional) se ufanó de ser la asesora del presidente (nota que ya fue retirada, quién sabe por qué) y en su Twitter hizo un llamado a que el mundo siguiera el gran ejemplo de Sri Lanka.
La doctora Shiva estudió un B. A. en física en la India, y luego hizo maestría y doctorado en filosofía de las ciencias, pero se presenta como física cuántica, aunque no tiene publicaciones en ese campo. Algunos de sus libros son (ejemplos que indican la dirección de su pensamiento) Tierra: superación de la era del petróleo por una nueva justicia ambiental; Manifiesto por una democracia de la Tierra: justicia, sostenibilidad y paz; Cosecha robada: el secuestro del suministro mundial de alimentos, y así otros parecidos.
Sus afirmaciones, mayoritariamente falsas, han sido rebatidas. Es una activista a quien no la detiene la necesidad de producir datos verdaderos, ya que le resultan más productivos los titulares de impacto. En su sociedad amplia de mutuos elogios ha recibido muchos premios, pero también algunos poco halagadores, como el que le dio el Instituto Liberty de Delhi: “Premio basura (bullshit) por la sustentación de la pobreza”.
Estos casos, el de Sri Lanka y el de su asesora seudocientífica, muestran el peligro inmenso de los discursos que suenan virtuosos pero que no se sustentan en conocimiento científico sólido. Son casos típicos en los que con inmenso esfuerzo y con mucho sacrificio se logra conseguir exactamente lo contrario a lo que se desea.
MOISÉS WASSERMAN