La humanidad está pasando por momentos muy difíciles, y el camino se empina. Pero Colombia, que también padece la pandemia, la vive aún peor. Un Ejecutivo torpe y tonto bajo el mando del senador más cuestionado de todos los tiempos; el Legislativo, atiborrado de putrefacción, así como alcaldías y gobernaciones, y, más grave aún, Ejército y Policía acusados de gravísimos casos de corrupción y violencia. No puedo dejar de mencionar la justicia, jefa de la impunidad y una Fiscalía en manos de otro inepto o, dicho de mejor manera, de un apto para favorecer a todos los ya mencionados.
‘Dignísimo presidente’, ‘honorables parlamentarios’, ‘héroes de la patria’, ‘sagrada justicia’ y ‘gloriosa institución’ son palabras acompañadas de adjetivos que caben en el término, o concepto, que me regaló Rafael Morales París, sobre emparejamientos lingüísticos: adjetivos monógamos, también conocidos como colocaciones: “Una colocación no es más que una combinación de palabras que suelen aparecer juntas y forman un tándem lingüístico estable. Las colocaciones son ese ‘je ne sais quoi’ que nos lleva a preferir ciertas combinaciones de palabras frente a otras, sin que sepamos explicar muy bien por qué los beneficios son siempre pingües, los errores crasos y los marcos incomparables”. Son muchos más, como absurdo accidente, fumador empedernido, pertinaz sequía o silencio sepulcral.
Creo llegado el momento de divorciar o ‘poligamizar’ varios de estos monógamos, o de emparejarlos con otros adjetivos, como deshonrosos parlamentarios y paralizada justicia.
Estamos como estamos, otra monogamia –esta vez verbal– que no dice nada y oculta el hecho de que estamos donde queríamos estar: un país narco, ejecutado, legislado y juzgado por mucha gente non sancta. Puede sonarles aterrador a algunos, pero es una realidad. Yo no creo que el encargado de la presidencia sea narco, pero es indudable que se trata de un personaje no muy preparado para estas lides. Basta con oír sus alocuciones, es evidente que no da la horma. No da pie con bola, como no lo da la señora de Lafaurie, cuyo apellido es lo menos parecido a ella misma.
Y, entre tanto, vemos devastar la Amazonia, implementar el ‘fracking’, promover el glifosato, morir líderes sociales, usurpar tierras y entregar billones de la ayuda a los bancos. El Gobierno se mantiene gracias al virus, pues de no ser así, las protestas lo tendrían temblando.
MAURICIO POMBO