El país se levantará el lunes con menos pesadumbre y con más optimismo del que tiene hoy. Las elecciones de mañana serán la mejor demostración de que la democracia colombiana está viva y que sin ella no hay posibilidades de progreso. Quedarán derrotados quienes piensan que frente al caudillismo de izquierda, a Colombia únicamente la pueden rescatar los líderes autoritarios –como Bukele en El Salvador–.
En todo el país hay buenos candidatos por los cuales votar. Las principales ciudades tienen la posibilidad de quedar en manos de personas preparadas para gobernar, enfocadas en los resultados y no enfrascadas en batallas ideológicas inocuas. Eso es lo más reconfortante para la democracia colombiana, sobre todo después de una fase en la que la ideología ha sido el elemento dominante en la conversación nacional. El retorno del centro será una gran noticia, por lo menos en el escenario de la política regional. Menos revanchismo y más pragmatismo: eso es lo que necesitamos los colombianos.
Hablando de Bogotá, debo reconocer que la candidatura de Juan Daniel Oviedo me despertó mucho interés por su estilo personal, y por la seriedad e independencia que proyecta. Conozco a Oviedo desde años atrás, tengo un gran respeto por él como persona y como profesional, y no puedo sino celebrar que haya dado el paso de incursionar en la política. El tiempo le reconocerá con creces lo que ha sembrado a lo largo de los años, y en especial en este primer intento por llegar a la alcaldía. Sin embargo, los números hoy no lo favorecen, quizás por la mayor exposición de sus rivales, algo que no es posible contrarrestar en pocos meses.
Sea cual sea el resultado mañana, el mensaje al presidente Petro y a su partido será contundente.
He tomado la decisión de votar por Carlos Fernando Galán con convicción y firmeza. Además de ser un excelente candidato, he visto una persona ecuánime y balanceada, que ha sabido tender puentes con múltiples sectores. Sus propuestas y estilo de política representan el proyecto político de centro con el cual me identifico. Él como senador y yo como ministro de Hacienda no siempre estuvimos de acuerdo, pero en todo momento sus posiciones las expresó con seriedad y respeto. Prefiero eso mil veces que la adulación y, por supuesto, que la crítica destructiva e irreflexiva, tan común en las personas que no tienen otra forma de ejercer la oposición.
Además de elegir un muy buen alcalde, que enfatice la ejecución sobre la planeación, mi voto por Galán tiene una segunda intención. En las actuales circunstancias, su triunfo en primera vuelta tiene un sentido inocultable: mostrarle al país que –por lo menos en Bogotá– hay una mayoría de centro que está en desacuerdo con el estilo de gobierno basado en la polarización. Agitar las banderas de la lucha de clases, dividiendo al país entre buenos y malos, bien intencionados y mal intencionados, puros e impuros, es –además de irreal– completamente inefectivo a la hora de resolver los problemas de la gente de a pie. El país se cansó de ese tipo de discurso, y mañana será la mejor oportunidad de expresarlo antes de las elecciones de 2026.
Aunque distante en las encuestas, también destaco la participación de Rodrigo Lara en estas elecciones. Conocí de cerca su trabajo como congresista, muy en especial durante el año en el que ejerció la presidencia de la Cámara. Lara es una persona estudiosa, conocedor de los temas del país, pero también con una dimensión internacional. Está preparado para ejercer un cargo ministerial en el futuro –ojalá en 2026– con lo cual complementar su carrera y tener el reconocimiento que merece. Sería un gran miembro de cualquier gabinete.
Sea cual sea el resultado mañana, el mensaje al presidente Petro y a su partido será contundente. En las elecciones no saldrá derrotado el propósito de construir una sociedad más próspera, incluyente en lo social y con plena conciencia del medio ambiente. Afortunadamente, no es esto lo que está en discusión. Lo que está en juego es otra cosa: es la necesidad que tenemos todos los colombianos de que se gobierne con efectividad, con personas preparadas, que no se escuden en la lucha de clases o la ideología para eludir la falta de resultados.
MAURICIO CÁRDENAS SANTAMARÍA