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El tiempo de Roberto

Durante estos años le imprimió al periódico lo que ha sido su filosofía del periodismo.

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Soy testigo de que Roberto Pombo fue primero abogado que periodista. Pero el destino ya lo tenía decidido, y no se equivocó. Compartimos el primer año en la Universidad del Rosario, y después de terminar en los Andes lo pidió prestado un buen rato la bohemia, y lo especializó en vender tumbas y tejer sombreros de paja en Brasil. Pero luego se encarrilaría definitivamente en el periodismo con varias paradas: ‘El Heraldo’, ‘Alternativa’, ‘El Caribe’, ‘Cromos’, ‘TV Hoy’, ‘Semana’ y EL TIEMPO, donde comenzó como reportero político. Su hijo Lucas ha heredado ese olfato y esa pasión, que exhibe espléndidamente en La W.
Es decir, hablar de Roberto es hablar de un señor periodista. Con el anuncio de su retiro, ya las aves de mal agüero aseguran que este periódico, hoy de propiedad del Grupo Sarmiento Angulo, se prepara para conformar un “eje del mal” para perpetuar el uribismo en el poder.
Partir de la base de que Luis Carlos Sarmiento quiere convertir a EL TIEMPO en un medio de derecha radical y que Roberto Pombo era un obstáculo, por lo que había que sacarlo, es una tontería que ofende a los dos personajes. Tengo el privilegio de conocerlos a ambos y si algo los caracteriza, cada uno en su campo, es que son moderados y razonables. Sin que tenga alguna información privilegiada, apostaría a que, en la dificilísima escogencia de un relevo para Roberto, no habrá un viraje que sorprenda mucho.
Hablar mal de EL TIEMPO es una costumbre tan antigua como el país. Es como escribir en una pared ‘Yankees, go home’. El diario se fundó para defender el ideario del Partido Liberal, pero bajo el Frente Nacional asumió el perfil, que aún mantiene hoy, de ser un periódico institucionalista. Encarna los valores del establecimiento, y como todo lo institucional, tiene sus tirapiedras.
En el excelente libro biográfico que le hiciera el historiador Juan Esteban Constaín, en el que Roberto deja consignadas unas clases de periodismo que caen muy apropiadas en el momento actual, desarrolla ese concepto; diría más, lo exhibe de forma muy poco vergonzante. Y eso a muchos les resulta antipático. El concepto lo aprendió de su antecesor y suegro, don Hernando Santos, quien alguna vez le dijo: “EL TIEMPO es el pilar del establecimiento en Colombia. Como si llevara a cuestas la suerte del país”. Y eso llevó a Roberto a concluir, cuando aceptó esta gran responsabilidad hace 12 años, que el director de EL TIEMPO no puede ser sino eso.
Durante estos años le imprimió al periódico lo que ha sido su filosofía del periodismo. “Este es un oficio en el que todo tiene matices. Y la mejor manera de averiguar la verdad no puede ser descalificarlo todo, ver solo lo malo, y montar un sistema inquisitorial para acabar con la gente en gavilla, y asumir que esto es un desastre sin remedio. (...) El periodismo no debe ser un ejercicio vanidoso de matoneo para exprimir lo peor, bajo la creencia, tal vez válida, de que así se consigue el ‘rating’ ”.
Pues EL TIEMPO ha sido, bajo la dirección de Roberto, todo menos eso, sin comerse el cuento de que solo quienes son radicales categóricos pueden exhibirlo todo, y los demás no. A quienes por ello lo consideran tibio, Roberto no duda en responderles, con el señorío que lo caracteriza, que no se trata de una complacencia con los dueños del poder, sino de hacer esa concesión mínima que le debe un periodista a la realidad, de comprender y no solo de juzgar, reconociendo al menos la complejidad de los demás. “¿Por convicción, entonces, soy un tibio, un moderado y un conciliador? Pues sí, en muchos aspectos. Porque no me dedico a creer que todo lo que hacen los gobiernos es corrupto y retorcido. Esa es una aberración de cierto periodismo colombiano”. Puede que en nuestro gremio su postura ecuánime sea mal vista y poco glamurosa, porque la asocian con la abyección. Lejos de ello. “Creo de verdad que gobernar a este país es muy difícil. Y todos los que han llegado allí, con sus defectos y metidas de pata, han hecho lo que han podido, y la incomprensión tiene que ser muy triste y solitaria”.
Sí, es cierto que EL TIEMPO no es un tumbador profesional de presidentes. No se puede permitir el lujo de ‘El Espectador’, por ejemplo, de ser de lejos el mejor periódico de izquierda del país, perteneciendo a una de las familias más ricas. Pero como lo cree su director, a quien hoy le decimos adiós con enorme nostalgia, EL TIEMPO seguirá cumpliendo años, integrado por un gran equipo periodístico, absolutamente comprometido con los valores más altos de su trabajo, ecuánime, responsable, veraz, objetivo y certero.
Eso ordenó su director, y esa orden no ha cambiado.
Entre tanto... Ahora que todos buscan su rincón, ¿dónde aceptarán a Roy? Por ahora, Roy con Barreras.
MARÍA ISABEL RUEDA

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