En 1989 se empezó a hablar del problema del plástico. El condado de Suffolk, en las afueras de Nueva York, prohibió temporalmente el uso del PVC. Recuerdo el dato, pues por aquellos años iniciaba mi carrera como ambientalista. La industria plástica y química de Colombia, preocupada por las prohibiciones, necesitaba reaccionar. Les sugerí que lo mejor sería enfrentar la problemática y asumir mediante ciencia, tecnología e innovación los impactos de la basura plástica en los ecosistemas marinos y terrestres. Pero los gremios de la producción son más proclives al lobby gubernamental que a las acciones ambiciosas y audaces sobre sus procesos e impactos ambientales.
Es cierto que algo se hizo, como el programa Responsible Care, que había iniciado en Canadá y adaptó su versión para Colombia mediante la forma de Responsabilidad Integral. Pero el problema demandaba respuestas mayores: cambios de gran alcance en la industria global, y esto no se hizo. La tendencia en otros países fue la misma: reaccionar, gremios mediante, ante eventuales medidas prohibitivas sin proponer soluciones estructurales. Las basuras de plástico crecieron de manera exponencial debido, precisamente, al carácter exponencial del crecimiento económico que caracterizó el final del siglo XX. La producción mundial de plástico se multiplicó por dos en tan solo dos décadas: 461 millones de toneladas en 2021. El porcentaje de reciclaje es tan solo del 9 % en el mundo, de manera que 140 millones de toneladas de basura plástica contaminan los ríos, lagos y mares del planeta. La petroquímica ha desarrollado materias primas tan baratas que ninguna economía se ha interesado en serio por lo que ahora llaman economías circulares.
Hoy, el problema del plástico es de tal dimensión que sus impactos se equiparan con los del cambio climático y la crisis por pérdida de biodiversidad. A esta triple crisis se refirió Inger Andersen, directora mundial del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), en reciente visita a Colombia. La sociedad ha reaccionado pidiendo a los gobiernos prohibiciones para los plásticos de un solo uso. Muchos lo han hecho, pero el paso definitivo lo dieron la semana pasada 175 países que participaron en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en Nairobi. Acordaron el primer tratado global vinculante contra la contaminación del plástico.
MANUEL GUZMÁN HENNESSEY