Nadie imaginaba la tragedia que sería para Colombia la llegada de los cultivos ilícitos, que introdujeron al país en los años 80 los carteles de la droga. Fue la gran maldición. A la c de Colombia, de café, de cacao, de caña, de cebolla, de coco, se agregó la de coca, que además trae otras, como las de crimen, capturas, cárcel, condenas, cementerio, crueldades. Mejor dicho, la ca...
Ayer tuvimos otra noticia que nos deja como un (empieza por c), ante el mundo. El informe del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), de las Naciones Unidas, detectó que el año pasado –en el gobierno Duque– había en nuestro suelo 204.000 hectáreas cultivadas de coca. Hubo un aumento histórico de un 43 por ciento frente a 2020.
Es triste. De los 1.122 municipios en Colombia, 181 presentan afectación por narcocultivos. Además, según el informe, hay un incremento sostenido de productividad. El rendimiento de la hoja fresca, que en 2014 estaba en 308.500 toneladas métricas, en 2020 cerró en 997.300 y en 2021 fue de 1.134.700. Y, claro, la producción potencial de cocaína creció como mala hierba. De 368 toneladas en 2014 a 1.228 en 2020 y a 1.400 en 2021.
¿Estamos perdiendo la lucha, como dijo Petro en la ONU? Las causas están sobre el terreno. El campesino de cultivos tradicionales muchas veces trabaja a pérdida o pasa raspando. Mentiras, raspando es en la coca, donde emplean mucha gente como raspachines, que cobran en rama.
La distancia entre los dos es cada día más grande, dice una ranchera... del campo productor, no está quedando nada. Claro, una planta de coca sembrada, enterrando el palo, produce hoja a los 90 días, el plátano da frutos al año y medio; el café, a los dos años; la caña, al año y medio, el coco, a los cinco. Es odioso comparar, pero un kilo de coca cuesta 4,5 millones y por un racimo de plátano un intermediario ofrece por ahí 10.000 pesos. Y sacar un kilo de coca, por caminos imposibles donde se resbala un gato, es más fácil que sacar una tonelada de plátano o de yuca. Así, cómo diantres, como decía un campesino desilusionado.
Y como el negocio produce dinero a chorros, los narcos tienen para los insumos, así hoy cuesten a precio de coca, y el labriego raso no. La desventaja entre lo legal y lo ilícito es por toneladas.
Más que glifosato se necesita presencia del Estado, erradicación manual, persuasión, trabajo social.
Pero el de la coca sigue siendo un negocio criminal, que causa muertes y dolor, que corrompe y acaba con las selvas y tiene que ser perseguido y reducido. Ya vendrán los amigos del glifosato a pedir que llueva de lo alto como bienhechor rocío. Eso es más veneno para la biodiversidad y para la gente, y más deforestación.
No sé si el Presidente sabe de campo, tal vez no mucho, porque en campaña, junto a una acémila que casi se va de mula, dijo que un litro de leche costaba 10.000 pesos, pero sí debe saber que más que glifosato se necesita presencia del Estado, erradicación manual, persuasión, trabajo social. Se requiere reforma agraria, pero también acompañamiento técnico, puntos de acopio, insumos a precios razonables, buenas vías, seguridad, que las cosechas se vendan a precios justos, o que haya un seguro. Colombia puede ser una potencia agrícola, y el Polvo Democrático tiene un programa que acabaría con el otro polvo, el polvo blanco.
Para eso se requiere un Estado fuerte, exportador de hidrocarburos, empresas locales y extranjeras que tengan confianza para invertir. Ya es hora de que nos miren con c de Colombia y de café, antes que con c de coca. Sin embargo, se ve más difícil cuando bajan las acciones de Ecopetrol y suben los cultivos ilícitos, con dólar casi a 5.000 pesos. Pero aquí se tiene que unir el país, es el mayor reto, pues para que haya una paz total se necesita erradicar el negocio maldito. Si no, cómo diantres.
LUIS NOÉ OCHOA