Para un revolucionario, la tragedia más grande no es fracasar en llegar al poder. La tragedia más grande es fracasar en el poder. Llegar y no cumplir. Llegar y defraudar a quienes confiaron en su gesta. Llegar y no lograr mejorías sustanciales sino retrocesos colectivos.
Un lúcido análisis del intelectual Alejandro San Francisco publicado este domingo en ‘El Líbero’ (‘Boric y la hora fría de la revolución’) me puso sobre la pista.
“He ahí una de las paradojas de los jóvenes rebeldes: lograron encabezar el movimiento generacional más exitoso de las últimas décadas y probablemente sean también parte del mayor fracaso en el gobierno del país”, dice San Francisco. Y agrega: “Boric no es el líder político cuyas promesas de cambio social entusiasmaron a la población, sino que es el gobernante de Chile que debe responder por las realidades de su gobierno, incluyendo numerosos errores, decepciones y desmesuras”.
Ojalá eso no ocurra aquí. Evitarlo está en manos del Presidente, que debe introducir correctivos que le permitan enderezar el rumbo de su gobierno, que luce ineficaz y confundido. Dirán que seis meses es poco tiempo. Y, en efecto, nadie pretende que conquiste todos sus objetivos en el primer 12,5 % del tiempo al bate que está por cumplirse. Pero sí, que se pueda ver con nitidez el rumbo y se pueda contar con un equipo sólido y confiable para lograrlo. Eso no está ocurriendo.
Cuando ya habían logrado apaciguar las aguas de la exploración petrolera, vuelve la ministra a sus declaraciones iniciales, con la suave y desenfadada virulencia de quien no parece entender la complejidad del asunto. Si “transición energética” fuera una materia, ella se iría rajando. Cómo será que sus propios compañeros tienen que salir a enderezarle la plana.
Cuando el país creía que existía algún acuerdo para avanzar en la paz total con el Eln, después de anuncios rimbombantes, quedó claro, según el propio Eln, que la cosa estaba cruda.
Cuando esperábamos que las esclarecidas conciencias jurídicas que pululan en el Gobierno le hubiesen advertido al Presidente de la imposibilidad legal de liberaciones automáticas de de la primera línea y la vulneración constitucional que supondría suspender las órdenes de captura contra narcotraficantes, jefes de bandas criminales o de organizaciones sicariales, el Gobierno desafía a la Rama Judicial y a la Fiscalía.
¿Será que subestimaron al fiscal Barbosa y no lo creyeron capaz de adoptar la actitud valerosa y consecuente de la que ha hecho gala en defensa del orden constitucional? Y mientras tanto la Fuerza Pública, confundida, con muchos de sus mejores cuadros debatiéndose entre la perplejidad y la desesperanza que aprovechan malandros de todo pelambre para fortalecerse.
Cuando esperábamos un revolcón que acelerara el impacto de los programas, vemos al ICBF aturdido. No hay mejor testigo de una política social eficaz que el bienestar de los niños. Informes como el publicado por Razón Pública en este diario sobre la desnutrición infantil galopante causan profundos dolor y angustia.
Cuando esperábamos claridad frente a las reformas laboral y pensional, vemos que dentro del Gobierno no están alineados no obstante la voluntad para el diálogo que en buena hora ha evidenciado la ministra del Trabajo, en contraste con el pánico que está creando la ministra de Salud en su sector.
Lo grave del fracaso de los revolucionarios de izquierda es que el péndulo se devuelva con devastadora fiereza, que el revolucionario despierte la ira de sus antiguos compañeros, que se vea obligado a gobernar con mala gente y que, para conservar el poder ante la insatisfacción popular, devenga en autoritarismos que acaben de asfixiar la democracia y tiendan a sofocar el relevo democrático. Petro está a tiempo. Ojalá corrija y evitemos esa galería de tragedias.
JUAN LOZANO