Colombia tiene una incertidumbre inmensa frente al actual proceso electoral. La cantidad de aspirantes a la presidencia nos tiene preocupados. Nunca en la historia política del país se habían presentado tantos ciudadanos con el deseo de ocupar el solio de Bolívar. Cuando había disciplina en los partidos políticos se escogían a las figuras más prestantes para presentarlos a sus militantes como la persona que podría asegurarles el triunfo en las urnas. Debía ser alguien con bagaje intelectual, con experiencia en cargos públicos, con conocimiento de los problemas del país, formado para gobernar y que en el Congreso de la República hubiera brillado por su inteligencia. Ahora cualquier alcalde de pueblo cree que puede ser candidato presidencial. Estamos llenos de Reginas y Goyeneches.
Durante el Frente Nacional aspiraban a la presidencia dos o, máximo, cuatro personas. La alternación en el poder, lograda después de la firma del Pacto de Benidorm entre Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez para frenar la violencia que desde 1946 asolaba a Colombia, cerraba las puertas para que surgiera otro candidato. Los dos partidos tradicionales, el liberal y el conservador, eran los únicos que participaban en la contienda política. En las elecciones de 1946 hubo tres candidatos: Mariano Ospina Pérez, Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán. Ospina Pérez fue el elegido. La división hizo que el liberalismo perdiera el poder, que detentaba desde 1930. En las elecciones de 1949, Laureano Gómez fue candidato único. Darío Echandía, liberal, renunció a su aspiración por falta de garantías.
Al terminarse la alternancia en el poder, en las elecciones de 1974 aparecen por primera vez cinco aspirantes al solio de Bolívar: Alfonso López Michelsen, Alvaro Gómez Hurtado, María Eugenia Rojas, Hernando Jiménez Mejía y Hermes Duarte Díaz, este último por el Partido Demócrata Cristiano. El médico Jiménez Mejía, que había sido senador de la República en el periodo anterior, lo hizo a nombre de la Unión Nacional de Oposición. Es decir, terminada la alternancia de los dos partidos tradicionales, empiezan a aparecer candidatos de otros movimientos. Pero es en 1990 cuando la lista de aspirantes al primer cargo de la nación empieza a crecerse. Ese año trece personas aparecieron en el tarjetón. Fue este debate electoral el más trágico que haya vivido Colombia en toda su historia.
Las elecciones de 1990 estuvieron bañadas de sangre. Tres candidatos a la presidencia fueron asesinados por las mafias del narcotráfico: Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo Ossa. Debido a estos trágicos hechos, estudiantes universitarios impulsaron incluir una séptima papeleta en las elecciones del 11 de marzo pidiendo convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Mediante el decreto 927 de ese año, el Gobierno Nacional facultó a la Organización Electoral para que se contabilizaran los votos depositados a favor de la propuesta de los universitarios en las elecciones presidenciales del 27 de mayo. Una vez posesionado, César Gaviria Trujillo convocó la Asamblea Nacional Constituyente que expidió la nueva Constitución Política de Colombia.
La política se convirtió, así, en un negocio. Desde entonces, el número de aspirantes a la Presidencia de la República se multiplicó.
La Constitución de 1991 abrió las puertas para convertir a Colombia en un Estado social de derecho, fundamentado en una democracia participativa, incluyente, pluralista, donde el ciudadano pudiera expresarse. Entre los artículos nuevos que se incluyeron está la creación de nuevos partidos políticos. Esto llevó a que los partidos tradicionales perdieran influencia en el electorado y se le diera personería jurídica a una cantidad de movimientos políticos, con autorización para otorgar avales. La política se convirtió, así, en un negocio. Desde entonces, el número de aspirantes a la Presidencia de la República se multiplicó. En las elecciones de 1994 fueren siete los candidatos, y en las de 1998 trece. Sin embargo, en ninguno de los debates electorales se habían inscrito tantos candidatos como ahora: veintisiete.
¿Es bueno para Colombia que haya tantos candidatos a la presidencia? Se dice que la democracia se consolida cuando más ciudadanos pueden aspirar a regir los destinos de una nación. La Constitución de 1991 reivindicó los derechos de las minorías a participar en los debates políticos. Sin embargo, parece que el remedio fue peor que la enfermedad. Todo porque muchos aspirantes, ante el desprestigio de los partidos políticos, recurren a la recolección de firmas para inscribirse como candidatos, elevando los costos electorales. Lo malo es que se logran colar personas que solo aspiran a obtener réditos económicos creando partidos que no tienen otro propósito que cobrar la entrega de avales. Lo hizo un condenado por parapolítica Luis Alberto Gil, fundador del partido Convergencia Ciudadana.
La incertidumbre frente a este proceso electoral está no tanto en la gran cantidad de aspirantes, sino en lo que pueda pasar en la segunda vuelta. De los veintidós candidatos que siguen firmes en sus aspiraciones (de cuarenta que inicialmente estaban en la carrera), nueve estarán en el tarjetón: tres de las coaliciones, y seis independientes. Así las cosas, los apoyos para la segunda vuelta definirán el nuevo presidente de Colombia. La gran preocupación de los colombianos es que a Gustavo Petro, que no ha pasado del 30 % en intención de voto, en la segunda vuelta se le adhieran oportunistas a cambio de un ministerio. El 70 % que suman los candidatos del centro y de la extrema derecha es definitivo para que Colombia no corra el riesgo de tener un gobierno de izquierda.
Hay que decirlo: el candidato del centroderecha que pase a la segunda vuelta debe tener un discurso que convenza al 70 % de los colombianos de que es el contendor que puede derrotar a Gustavo Petro. La verdad, el uribismo no tiene ya la fuerza electoral de los años anteriores, cuando la gente votaba por el que dijera Uribe. Óscar Iván Zuluaga no registra bien en las encuestas. Esto quiere decir que el Centro Democrático no tiene posibilidades de poner presidente. Pero sus votos le suman al candidato que pase a segunda vuelta, para enfrentar a Petro. Si todos los aspirantes que van a estar en la primera vuelta deciden unirse contra el candidato del Pacto Histórico, Colombia puede salvarse de caer en manos de un lobo con piel de oveja, como el exalcalde de Bogotá.
JOSÉ MIGUEL ALZATE