¿Gobierno de izquierda o fascismo rojo?

Los primeros 100 días de un nuevo gobierno son el 6 % de su periodo si este fuera de 4 años. A pesar de la brevedad de dicho término, sirve para determinar el estilo y la calidad de la gestión que cumplirá, así como las esperanzas o decepciones que creará o habrá que soportar.

Como Petro se posesionó hace 15 meses, tiempo que lleva gobernando, aunque no mucho, el país tiene elementos de juicio suficientes para establecer si su gobierno ha sido de izquierda o mero populismo o fascismo rojo como el que rigió en países de Europa Oriental durante los años setenta del siglo pasado, según estudios de Juan Esteban Constaín.

Amigos y partidarios del Dr. Petro sostienen que su gobierno ha sido el primero de izquierda en Colombia. Olvidan que Óscar Alarcón Núñez, riguroso analista de nuestra historia política, considera que de izquierda fueron los de José Hilario López, José María Melo y Alfonso López Pumarejo.

Quienes piensan que el régimen que preside y orienta el Pacto Histórico es de izquierda presentan como argumento principal que el ‘Cambio’ guía y promueve los proyectos que denomina sociales y que el Gobierno ha presentado al Congreso: reformas agraria, laboral, de la salud, de la educación superior y el que anuncia sobre reforma judicial.

Agregan que por esa razón el Gobierno cuenta con el apoyo de organizaciones y líderes de izquierda, lo cual es cierto, pero conviene tener en cuenta que quienes son o se sienten de izquierda, como no tienen opción seria de presidir gobierno propio por su escaso poder político y electoral, deciden respaldar al que consideran cercano a sus ideas y puede ofrecer participación en el Ejecutivo que lleguen a formar. Así lo hicieron en 1970 apoyando electoralmente a la Alianza Nacional Popular –Anapo– de Rojas Pinilla, que dirigía gran líder, su hija María Eugenia Rojas.

El Gobierno cuenta, en efecto, con el respaldo de organizaciones y líderes que son o se sienten de izquierda y por eso han asumido el ejercicio de importantes responsabilidades oficiales, por lo cual tenemos un régimen populista de izquierda, así como los hay de derecha y de centro.

Como Colombia ha sido tierra estéril para las dictaduras y las fórmulas populistas, las consecuencias políticas y económicas de la que ahora impera son evidentes. La popularidad de Gustavo Petro que lo llevó a la Presidencia y le aseguró contar durante los primeros meses de su gestión con el respaldo del 80 % del Congreso desapareció muy pronto. Lo prueba el fracaso del Pacto Histórico en las territoriales, que son primarias de las presidenciales del 2026, lo cual permite afirmar que los próximos periodos presidenciales no serán populistas, y ojalá nunca más ninguno.

En el campo económico y fiscal las consecuencias del régimen que soportamos también serán negativas dado su exagerado gasto público, en razón de los varios y costosos subsidios que decretó, así como sus desbordados gastos istrativos: incremento de la nómina estatal y creación de nuevas entidades como el Ministerio de la Igualdad y la embajada en Palestina. Herencia del petrismo para el siguiente gobierno será un desmesurado déficit fiscal, incremento apreciable de la deuda pública y, aunque parezca increíble, una alarmante alza de los precios de la canasta familiar.

Conviene por ello recordar que cuando el ‘crash’ de 1929 López Pumarejo dijo que su partido debería tomarse el poder porque a los conservadores los tumbaría el hambre, hecho que ocurrió, pues esa crisis económica contribuyó decisivamente a poner término a 45 años de hegemonía conservadora. Otro tanto ocurre ahora porque el hambre de las clases menos favorecidas que el populismo, a pesar de sus promesas, ni siquiera logró remediar también coadyuva a su derrota definitiva.

JAIME CASTRO

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