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Opinión

Influenciadores vs. medios en el gobierno Petro

Nadie puede confiar en influenciadores propagandísticos y pagos. Tampoco en los periodistas activistas.

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, recibió hace poco a 100 creadores de contenido digital e influencers en la primera conferencia sobre la “economía de los creadores”. El evento, organizado por la Oficina de Estrategia Digital de la Casa Blanca, confirmó lo que todos sabemos y que muchos aún se niegan a aceptar: los mensajes ya no llegan centralizados por los medios tradicionales de comunicación, sino que la gente los recibe también de los llamados influenciadores y las variopintas plataformas digitales.
(También le puede interesar: El desmadre de los comentarios en las noticias)
Aquellos que se rasgan las vestiduras por esta realidad bien pueden ir a comprar ropa nueva. “Ustedes son el futuro”, les dijo Biden a los influencers. “Ustedes son las nuevas posibilidades. Ustedes son el gran avance en la forma en que nos comunicamos”. Y aunque Biden puede decir cualquier cosa (también manifestó que los influenciadores son la “fuente de noticias”), su mensaje cobija lo que está pasando en Colombia con el gobierno de Gustavo Petro y la forma como está planteando su comunicación digital.
Petro fortaleció hace varios meses su presencia en redes sociales con influenciadores y activistas, y eso no tiene nada de malo, como sí la idoneidad de los perfiles escogidos y sus formas de hacer las cosas. El cubrimiento de las actividades y logros del Presidente no pasa por los medios tradicionales y en ese sentido es bastante entendible que el mandatario busque otros canales para difundir sus mensajes.
En cualquier caso, este gobierno no cree en los medios tradicionales, los difama y los ataca. Como no es delito contratar a un influenciador —ni más faltaba—, le ha abierto las puertas de la comunicación oficial prácticamente a cualquiera con miles de seguidores, porque así cree que logra su objetivo.
El sector de los creadores de contenido necesita contar con una voz y unas reglas claras y mejor dispuestas para el público y la sociedad.
Así aparecen varios rimbombantes personajes: Laura Daniela Beltrán Palomares (Lalis Smile), contratada en Colombia Compra Eficiente y Prosperidad Social; el tuitero Jader David Rozo Rojas (Don Izquierdo), en RTVC; Celso Galeano Tete Crespo, en el Dapre, y Walter Alfonso Rodríguez Chaparro (Wally), también en RTVC, entre varios otros.
Wally decía en una entrevista hace poco que hay una agenda de los medios en contra de Petro y que RTVC debe salir a defender los logros del Gobierno: “A mí me pagan por informar, no por tuitear, para cumplir los objetivos del contrato (producir contenidos jurídicos de opinión)”. Pero ¿se vale insultar en redes sociales a quien piensa distinto? —le contrapreguntaron por su quehacer en redes—. El influenciador dudó en responder, se quedó en silencio un par de segundos y apuntó increíblemente que sí, que sí se valía insultar, advirtiendo que él solo lo hacía si acompañaba el insulto de un argumento. Fue un penoso sustento.
El punto es que si el propio presidente Gustavo Petro insulta, ¿por qué no han de hacerlo sus soldados digitales en redes sociales? A estos influenciadores puede importarles mucho el país, pero les importa sobre todo la monetización de su contenido. Hasta Epa Colombia podría sumarse al Gobierno del cambio con tal de que le paguen. Cabe así una gran diferencia con un periodista, que, si bien trabaja por un sueldo, ha sido formado en su mayoría en la academia con un componente ético que no tiene valor cuantificable.
Nadie puede confiar en influenciadores propagandísticos y pagos. Tampoco en los periodistas activistas. Todos ellos están viciados con su fanatismo. Con ninguno de ellos se logra una paz total. Hay un cambio gigante entre enviar un mensaje sin filtro a miles de s en redes sociales y en actuar acorde con las consecuencias que pueda llegar a tener ese mensaje.
El director de Prosperidad Social, Gustavo Bolívar, escribió en X unas semanas atrás algo que resume esa lucha que se atiza con todo hoy en día en Colombia: “Busco influencers para desmentir las calumnias de la oposición, hacer pedagogía en temas que un sector de la prensa tergiversa (…)”. ¿Acaso algún influenciador que él contrate puede pensar en contrarrestar el mensaje oficial? Desde luego que no. Visto así, un influencer es una persona utilizada por el poder, presa de intereses políticos, como quiera que se llamen, de izquierda o de derecha.
El sector de los creadores de contenido necesita contar con una voz y unas reglas claras y mejor dispuestas para el público y la sociedad. Goldman Sachs estimó el año pasado que la economía de creadores de contenido representaba una oportunidad de ingresos de aproximadamente 250.000 millones de dólares en todo el mundo, y que crecería hasta casi 480.000 millones de dólares para 2027. Aproximadamente, 50 millones de personas en todo el mundo trabajan como creadores de contenido. En Colombia estamos llegando de pleno a esta realidad como sueño y sustento de miles de personas.
A la Casa Blanca ya llegaron influenciadores chefs, maquilladores, gurús del fitness y estudiantes de medicina… hablaron sobre salud mental, equidad salarial y el abuso de la inteligencia artificial. No nos asustemos cuando en las ruedas de prensa del gobierno Petro veamos cada vez más influenciadores haciendo su trabajo. Idealmente, nadie que quiera servirle con la búsqueda de la verdad a un país debería estar tan cerca del poder, tampoco los influencers, pero eso es lo que hay.
En X: javieraborda

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