Si bien el uribismo pudo salvar una derrota de última hora en las votaciones a las objeciones a la JEP por la conveniente desaparición de una senadora de ‘la U’ queda claro que sin ‘mermelada’ el asunto es a otro precio. El carisma de Uribe no es suficiente para imponer una agenda y unas decisiones de gobierno en el Legislativo. El sistema político está dividido en tantos partidos que el Centro Democrático, así sea la principal fuerza política, está lejos de constituirse en una mayoría.
Es una advertencia también que el plan B de llamar a una asamblea constituyente con el argumento de una paz verdaderamente representativa de los sentimientos nacionales está lejos de ser un camino de rosas. Cualquier cosa puede salir de una constituyente, y no hay ninguna garantía de que el uribismo pueda controlar la agenda de cambios sin enormes dosis de ‘mermelada’.
La ironía es que para Duque, quien no es el jefe de la bancada de gobierno sino el del gobierno, la realidad con la que se está tropezando el Centro Democrático en el Legislativo podría convertirse en la máxima de Maturana para él: “Perder es ganar un poco”. El desgaste de la línea dura del uribismo en el espacio natural de deliberación de la democracia es la mejor forma de ablandar a quienes pretenden que su gobierno sea un proyecto de extrema.
Eso sería así si Duque tuviera una narrativa de gobierno, es decir, una idea o un sueño de país para venderles a los colombianos y echarla a andar con su equipo de funcionarios. Hasta ahora, lo único que ha ofrecido son bandazos de gobierno. Algunas ideas de economía naranja, de un nuevo acuerdo de paz que deje a todos contentos, de recuperación del equilibrio fiscal, de cortar la ‘mermelada’, entre otras, pero nada articulado bajo un gran proyecto.
Con todo y eso, es posible que se pueda hacer un buen gobierno, aun en Colombia, sin tener una gran narrativa. Basta con que algunos ministros hagan bien la tarea. Si logra, aunque sea parcialmente, asuntos como construir por fin las autopistas doble calzada, llevar el capital de la agroindustria para desarrollar el capitalismo en el campo, retomar el control de los territorios dejados por las Farc, resolver el problema de las universidades públicas, aumentar la tasa de inversión, etc., habrá valido la pena su mandato.
La mala noticia es que hasta ahora no se ve claro en qué tareas puedan ser exitosos sus ministros.
GUSTAVO DUNCAN