Una de estas mañanas, Jota y Julio, que se alimentan de azares del bosque, sembraron un mermelado. Desde cuando empezó este tiempo enredado en el vicio de la histeria, clavan árboles en la tierra consagrándolos ritualmente a alguien que aprecian o iran, o incluso que quisieran querer. Cada palada lleva una invocación amorosa: que se llene de colibrís para que luego polinicen otras vidas, no lo abandonen las visitas, le crezcan ramas hasta el cielo, la comida le sepa rico, no lo abrume ni lo traicione el sistema; sea gozón, observador y más necio, y así llegue a edad y dignidad para celebrar con más seres puestos en el planeta o en lo que quede de él.
Por fortuna supe de ellos justo en el momento en el que de verdad se me atragantó el pan con mantequilla que estaba comiendo cuando leí algo así en el “protocolo de bioseguridad” del Ministerio de Salud, para trabajos de gente en industrias creativas: no dar besos ni abrazos, salvo que sea requerido por el guion de la obra; los directores y guionistas reducirán al mínimo los casos en que el guion plantee algún tipo de o físico. Un protocolo que está en sí mismo para guion.
Desde luego, nada de filmografía de amor o sexo, ni acerca de algunos sacerdotes. No en este tiempo.
Así están las cosas, habíamos tatuado en la piel que el tabaco y el licor son nocivos para la salud, pero ahora un metalenguaje pegado con sobras de palabras e inspiraciones se ha empacado a la fuerza en la conciencia humana: “nueva normalidad”, “distanciamiento preventivo”, “disminución de interacción social”, “hábitos higiénicos personales como cultura empresarial”, o el inobjetable “protocolo de bioseguridad”; y todo esto justo cuando uno cree que nada sería más sombrío que la letra menuda de un seguro de vida o sentencias recientes de la Corte Constitucional.
Nada elude la gratitud hacia policías, enfermeras o médicos que arriesgan la vida para salvar vidas; aunque son impasables funcionarios y neoauditores de la salud que predican el apocalipsis como redituable becerro de oro.
Espero que el árbol que me correspondió aguante y progrese. Creo que, en general, no seremos mejores personas cuando esto pase. Apenas personas aspirando a morir de muerte natural o, incluso, tocados por viejos o nuevos virus, pero no coronados por temores o escondidos en una urna aséptica.
Gonzalo Castellanos V.