Con el título Itinerario de un drama, la Universidad Nacional me publicó en 1979 un folleto contentivo de veinte de mis columnas aparecidas desde 1964 en este periódico, dedicadas a denunciar la lastimosa situación en que se encontraban los hospitales San Juan de Dios (La Hortúa) e Instituto Materno Infantil, de Bogotá. El propósito de esa publicación era rendirles un homenaje a nombre de la Promoción Médica 1954, como que en ellos nos habíamos formado profesionalmente veinticinco años atrás.
Una de esas columnas, la aparecida el 6 de abril de 1977, se tituló ‘Un nuevo Lázaro’. En ella escribí: “A pesar de haberse expedido oficialmente el certificado de defunción del Hospital San Juan de Dios, frente a su insepulto cadáver me aventuro a presagiar su próxima resurrección (...). Está claramente establecido que una transfusión de pesos puede revivirlo”. Ingenuamente yo invocaba la solidaridad del gremio cafetero, que, en la época, atravesaba una desbordada bonanza. Cerraba la columna con una esperanzadora reflexión: “No hay que desesperar, pues de milagros se vive en este país del Sagrado Corazón y del Espíritu Santo”.
Ahora, cuando nuevamente se anuncia que la resurrección de Lázaro va a ser realidad, escribo esta entre escéptico y optimista.
Cuando cumplimos cincuenta años de egresados (2004), y el hospital tres de haber sido clausurado de verdad, fuimos en peregrinación a visitarlo, sabiendo que era en efecto un cadáver insepulto. Íbamos a dejar en uno de sus muros una constancia de nuestro afecto y gratitud. Con el título ‘Visita al San Juan de Dios’ escribí mi columna en calidad de carta dirigida al presidente de la república, Álvaro Uribe Vélez. Uno de sus apartes decía: “Lo que encontramos, señor presidente, es algo que causa pasmo y desazón: el otrora venerable centro asistencial es hoy compartido por ratas, por antiguos trabajadores del hospital y por parias que, por extrema penuria económica, han sentado allí sus reales. Los costosos equipos se hallan arrumados, presa del orín. De las camas vacías se escuchan los ayes lastimeros de los enfermos ausentes, y de los pabellones silenciosos los pasos de los prohombres de nuestra medicina, como Alfonso Uribe Uribe, José del Carmen Acosta, Edmundo Rico, Alfonso Bonilla Naar, Pablo Elías Gutiérrez, Pedro Eliseo Cruz, Eduardo Cortés Mendoza y tantos otros, quienes, de seguro, desde sus tumbas claman justicia por semejante desafuero. Frente a ese lamentable espectáculo, sentimos pesadumbre y rabia, acrecentadas al percatarnos de que no estaba en las manos de uno de nosotros, ni en las de todos juntos, poder rescatar a nuestro querido hospital. Entonces pensamos en usted, señor presidente...”.
Siguiendo el itinerario del drama, el 23 de enero de 2012, con el mismo título, esta vez en interrogación –‘¿Un nuevo Lázaro?’–, volví a resucitar el tema al informarme de que el presidente Juan Manuel Santos y el alcalde Gustavo Petro, de común acuerdo, se habían manifestado a favor de reabrir el San Juan de Dios, es decir que esta vez sí existía decisión política para hacerlo. Creímos que entonces se iba a producir el milagro. Pero, a fin de cuentas, todo terminó en buenas intenciones, pues Lázaro no resucitó.
Después de aquellas veinte columnas del folleto mencionado, he escrito once más abogando por la suerte de La Hortúa y el Instituto Materno Infantil. Ahora, cuando nuevamente se anuncia que la resurrección de Lázaro va a ser realidad, escribo esta entre escéptico y optimista. La experiencia no da lugar al pleno optimismo. Otra vez, el Gobierno distrital y el Gobierno nacional se asocian para intentar hacer el milagro. Parece que la cosa va en serio, pues en la prensa se lee que en este momento está en proceso de convocatoria la recuperación de la mayoría de los edificios para continuar con las obras de restauración, reforzamiento estructural y adecuación. Se presagia que para el 2024 estará dando sus primeros pasos y en el 2032 estará marchando a plenitud. Lastimosamente no me alcanzará la vida para ver realizado el milagro que tanto he deseado. Sin embargo, espero disponer de un poquito de tiempo para escribir un par de columnas, poniendo de presente la importancia que para la salud pública y la educación médica tiene la resurrección de Lázaro.
FERNANDO SÁNCHEZ TORRES