Tenía una deuda enorme que saldé la semana pasada: ver ‘La historia de una oveja’, del Teatro Petra, que me conmovió hasta las lágrimas. Fue como estar sentado durante una hora larga frente a esa realidad del país que ocurre a la vuelta del camino –a la vuelta de casi todos los caminos– y que tantas veces queremos ignorar.
En este caso la dura realidad del desplazamiento, que evidentemente no es un fenómeno aislado. Según cifras de Acnur publicadas en este mismo diario, los desplazados entre 1985 y 2020 a causa del conflicto armado en Colombia llegaron a 7,7 millones. Una cifra que conmueve... o que tal vez ha dejado de conmover, y a la cual tristemente nos hemos ido acostumbrando los que vivimos en alguna de las burbujas urbanas. Y ahí es cuando cobra tanta importancia el teatro –cuando está bien logrado– porque nos transporta a esa dimensión que queremos ignorar y nos expone la realidad que queremos eludir con un lenguaje y en un ambiente que se roban nuestra atención. Quedamos atrapados en la sala viendo pasar esa vida que parece ficción. Y que ojalá lo fuera.
Suele pasar que cada obra de Fabio Rubiano y del Teatro Petra es una lección magistral de cómo llevar a las tablas la triste realidad de una Colombia atrapada entre tantas violencias, entre tantas mezquindades, entre tanta desigualdad. Suele pasar que al final, después de los aplausos, uno siente que hizo una inmersión en las aguas turbulentas de este país, sin correr el riesgo de ahogarse en ellas, y se va para la casa con una buena suma de preguntas que al menos lo llevarán a entender un poco más la realidad en la que vivimos.
Y, más allá de lo sociológico y de lo político, ‘La historia de una oveja’ es arte. El arte escénico en su máxima expresión. Y una sorprendente suma de talento: en la dramaturgia, en la dirección, en la actuación, en la puesta en escena. Sin duda, se trata de uno de los montajes más intensos, conmovedores y significativos que se hayan realizado en Colombia. La escenografía está cargada de símbolos que aluden al desarraigo y a la crueldad... y, sin embargo, hay belleza en el montaje. Porque también eso es sorprendente del arte: su capacidad para encontrar lo bello incluso en lo triste y en lo lamentable.
La oveja del Teatro Petra estará balando unos pocos días más en esta nueva temporada de esta obra que bien vale la pena ver.
FERNANDO QUIROZ