Algo así como el Nobel de las Artes: ese fue el premio que le otorgó la semana pasada la Academia de las Artes de Suecia a la bogotana Doris Salcedo por su trabajo “sensible y profundamente comprometido” con el que logra de manera excepcional “conseguir manifestaciones materiales de pérdida y añoranza”.
Salcedo se ha convertido en la representante más destacada del arte colombiano en el exterior. Tanto así que la reputadísima Tate Modern, de Londres, le permitió en el 2007 abrir una grieta profunda en el ‘hall’ de la galería, pues con ella quería representar las heridas que va dejando la historia, los abismos que se abren entre los hombres. Se llamaba ‘Shibboleth’ y tenía 167 metros.
El tema recurrente de Doris Salcedo es esa guerra que se ha colado en la cotidianidad. Pero en su obra no están la sangre ni la barbarie, sino la ausencia de los que fueron asesinados, el dolor de los que los extrañan a diario... ¡el duelo! Sin duda, la búsqueda de una estética de la violencia que va más allá de lo grotesco, de lo fácilmente llamativo y conmovedor, llamó profundamente la atención de la Academia Sueca. Y así lo destacan: su obra da cuenta “del dolor, la pena y los espacios vacíos en almas, casas y comunidades enteras”.
Sí, Doris Salcedo habla del luto, pero también llama la atención sobre la facilidad con la que los colombianos olvidamos las tragedias. Para la muestra, la obra que realizó para conmemorar un aniversario del holocausto del Palacio de Justicia. De repente, del techo del palacio empezaron a descolgarse tantas sillas vacías como víctimas mortales de aquel cruento episodio. Y permanecieron sobre la fachada durante 53 horas: las mismas de aquel calvario que les costó la vida a 94 personas y dejó casi una docena de desaparecidos.
Detrás de cada una de sus obras hay una investigación exhaustiva y una reflexión profunda. Y así como tiene claro que “no intenta controlar la experiencia del espectador”, muchas veces le gusta que el público participe en la obra, que la termine: que encienda las velas que dispuso sobre la plaza, que le ayude a coser las telas blancas, que salte sobre la grieta o se agache para buscar el fondo.
Emociona el nuevo premio de Doris Salcedo: una mujer que entendió que el arte va mucho más allá de la estética, de los formatos convencionales, de las casas de subasta.
FERNANDO QUIROZ