“Esto no es un conflicto de ideologías. No es una cuestión de izquierda o derecha, ni del Gobierno contra la oposición. Se trata de la voluntad democrática del pueblo”: así ha descrito Luis Almagro, secretario general de la OEA, lo que está en juego en Venezuela, cuyo estado de “deterioro calamitoso” exige atención de “máxima urgencia”.
Este es el tercer informe producido por Almagro sobre la situación venezolana desde junio del 2016. Por su importancia, merece mucha mayor divulgación en todo el continente.
Se produce en un momento bastante oportuno.
El domingo pasado, un plebiscito convocado por la Asamblea Nacional rechazó de manera contundente la constituyente que Nicolás Maduro insiste en llevar a cabo a fines de mes, reclamó a las Fuerzas Armadas y a los funcionarios públicos la defensa de la Constitución de 1999 y llamó a la conformación de un gobierno de unidad nacional para restituir el orden constitucional.
Lo ocurrido el domingo es un hecho político extraordinario. Difícil encontrar paralelos o precedentes.
En menos de dos semanas, como señaló Michael Penfold (doctor en ciencia política de la Universidad de Columbia), tras su aprobación por el Legislativo se organizó un plebiscito sin apoyo de las autoridades electorales, sin a los medios masivos de comunicación que controla el Gobierno, sin la infraestructura adecuada. A pesar de estas y otras contrariedades, 7,5 millones de venezolanos, según sus organizadores, participaron en el evento.
Es necesario subrayar sus condiciones precarias para apreciar las dimensiones del plebiscito. “Esto hace –añadió Penfold al examinar el significado de la consulta popular– que las comparaciones con otros procesos electorales más formales puedan resultar un tanto espurias y superficiales”. Lo sucedido es único.
“La identidad venezolana es profundamente democrática”, observó también Penfold. No exagera. De manera consistente en la última década, Venezuela se ha destacado en las encuestas de Latinobarómetro entre los países de la región con los índices más altos de apoyo a la democracia.
No es un apoyo a cualquier noción de democracia. Un estudio de Damarys Canache, profesora de la Universidad de Illinois en Urbana, muestra cómo los venezolanos siguen mayoritariamente apegados al modelo de la democracia liberal, en vez de la tal democracia participativa impulsada por la ‘revolución’ bolivariana (Latin American Politics and Society, 2012).
Los resultados del plebiscito son consistentes con dichos estudios. Como lo fueron los resultados de las elecciones de diciembre del 2015, cuando las fuerzas opositoras al régimen conquistaron más del 65 por ciento de las curules de la Asamblea Nacional, un rotundo mandato popular que Maduro sigue ignorando en forma violatoria de la Constitución. Como ha violado la Constitución al impedir el referendo revocatorio y suspender las elecciones regionales.
El nuevo informe de Almagro vuelve a demostrar, con abundantes detalles, la “alteración del orden constitucional y democrático “en Venezuela por un gobierno que responde “con violencia y terror” a los reclamos ciudadanos. Almagro advierte que la constituyente proyectada por Maduro es un “claro intento de eliminar los últimos rasgos del Estado democrático”.
La comunidad internacional, comenzando por los Estados de la OEA, debe prestar mayor atención a Almagro. Es preciso aplicar con firmeza la Carta Democrática. De cualquier manera, las propuestas de Almagro para salir de la crisis coinciden con las exigencias de la mayoría de los venezolanos, que buscan restablecer el orden constitucional resquebrajado por el régimen madurista.
EDUARDO POSADA CARBÓ