Seguramente, muchos de quienes leen esta columna no sabrán quién es Lucho Sierra. Pero no me cabe duda alguna de que sí han visto el contenido que hace. Por mencionar uno que otro: sobrevuelos de dron por el salto del Ángel, en Venezuela; videos con Greeicy Rendón y Mike Bahía, grabaciones en los lugares más espectaculares de Colombia, una campaña en Bolivia y, cómo no, unas maravillosas transiciones entre toma y toma.
De los tantos creadores de contenido que tenemos en Colombia, ¿por qué me inclino por Lucho y no por otro? Claro, existen creadores muy talentosos, autodidactas de lo digital que han logrado hacer magia con una cámara y un computador, pero el 2021 de Lucho es para enmarcar, y a ello se le suma una historia de vida que es muy motivante para muchísimas otras personas que quieren penetrar en ese increíble mundo de la creación.
En un país que necesita referentes inspiradores, personas hechas a pulso, sin agenda y con solo ganas de trabajar y crecer, Lucho Sierra es precisamente eso. Su capacidad de creación ya lo tiene en un nivel en el que marcas tan poderosas como Postobón recurren a él para hacer sus contenidos, pero si sigue así, se va a comer el mundo. ‘Made in’ Colombia.
¿Quién es entonces Lucho? Lucho no es un ‘youtuber’ ni un influenciador, aunque influya, y bastante. Él crea, hace videos, cuenta historias, ayuda a otros a contarlas y traspasa su conocimiento mediante un curso digital en el que ya más de mil alumnos se han inscrito para aprender a filmar y editar con el celular.
Nacido hace 33 años en Montelíbano, Córdoba, estudió dirección y producción de radio y TV en la Universidad Autónoma del Caribe, pero la dejó en el sexto semestre. Se especializó en locución en varias emisoras y prestaba su voz para marcas. Así empezó su andadura en el campo de la multimedia, pero su gran salto lo dio hace unos seis años, cuando armado solo con una cámara GoPro, a pesar de que no le gustaba hacer videos, comenzó a experimentar con video en la emisora musical en la que trabajaba.
Allí, ganando el mínimo, y con sus propios recursos, porque la emisora no creía mucho en lo audiovisual, comenzó a hacer cubrimientos. Él pasaba pena porque los artistas, que tenían sus propios equipos de producción con cámaras enormes, lo hacían ver diminuto. Pero aún así, montó solito un festival, se craneó el nombre del mismo, comenzó a generar interés en la comunidad de creadores, y allí supo que el mundo iba encaminado al video.
No obstante, Lucho no sabía editar. Sabía locutar, contar una historia, pero no necesariamente hacer todo el proceso de grabar y editar. Empezó a ver tutoriales en YouTube, día y noche. Estuvo en una de las emisoras noticiosas más importantes del país y no se dieron cuenta de la joya que tenían para revolucionar su estilo de comunicación, así que emprendió vuelo solo.
Hace unos meses viajó a Venezuela con un socio boliviano. Lo que hicieron allí despertó un sentimiento venezolano que nadie, en los últimos 10 años, había logrado, ni siquiera Luisito Comunica. Revelaron una cara de ese país que despertaba un anhelo por lo que son y no los están dejando ser, que reveló el poder de una buena historia.
Alguien que logra eso merece un reconocimiento, así sea el de un columnista aplaudiendo su esfuerzo, pero la dimensión de este personaje es tal, que es un mensaje, una narrativa, de que en Colombia se puede florecer, que hay oportunidades, que ese talento tiene donde prosperar, que el camino no es fácil, pero tampoco imposible.
Hoy, muchas marcas están a la búsqueda de Luchos, personajes que no son narcisistas, que prefieren contar las historias de los otros más allá de las propias. Eso se debe valorar y irar, porque en este mundo tan egocéntrico de las redes, figuras como las de Lucho muestran que un mundo mejor es posible. Gracias por tanto, @luchosierram.
DIEGO SANTOS
Analista digital