Un minuto de silencio en memoria de las víctimas de las guerras. Por los cientos de jóvenes que un sábado celebraban la vida en un festival de música por la paz que se convirtió en la peor pesadilla. Un minuto de silencio por todos ellos, por el miedo que sintieron cuando les empezaron a llover bombas y la risa y la música se tornaron en gritos de angustia. Un minuto de silencio por las madres que buscan refugio con sus bebés para protegerlos de las balas. Por quienes están secuestrados y no pueden dormir en su propia cama ni compartir una cena familiar alrededor de una mesa, ni leer un cuento a sus hijos antes de acostarlos.
Un minuto de silencio por los sueños rotos, por las palabras no dichas, por los viajes que quedaron sin hacer, los libros que no se alcanzaron a leer, los besos que ya no se darán nunca. Un minuto de silencio por la calma interrumpida de los abuelos, por la manta inacabada que una mujer tejía, por la novela que ya no podremos leer porque un escritor no la terminó de escribir, por tantas historias de amor detenidas por la muerte. Un minuto de silencio por las aulas de clase vacías y los columpios que se mecen solos en los parques.
Un minuto de silencio, como una plegaria, por la paz de una humanidad que parece querer autodestruirse. Como un grito de perdón, por la estupidez que nos lleva a matarnos unos a otros y por la insensibilidad y mirada miope de los líderes, que utilizan a los ciudadanos como peones en sus juegos de poder. Un minuto de silencio también por los errores históricos, por los acuerdos de paz sin firmar, por la falta de voluntad y de visión que impide ejecutar los ya firmados. Un minuto de silencio por la indiferencia de tanta gente, por el desconocimiento de la Historia, por creer sin cuestionarse las noticias falsas, por nuestra falta de empatía ante el dolor ajeno.
Un minuto de silencio para recordar que la guerra es siempre una derrota, para todos. Recurro a este verso de María Mercedes Carranza sobre los estragos que la violencia deja en la patria: “Todo es ruina en esta casa, /están en ruina el abrazo y la música / el destino, cada mañana, la risa son ruina / las lágrimas, el silencio, los sueños”.
Un minuto de silencio por los cientos de niños huérfanos, por los padres que perdieron a sus hijos, por quienes ya no podrán abrazar a su hermano, a su esposa, al amigo.
Un minuto de silencio por la esperanza.
DIANA PARDO