Un joven aparece en Medellín cercano a una estación de metro haciendo gestos extraños, incoherentes, pero da la impresión de que adentro su mente está repleta de sensaciones. Se vio por TikTok: no tiene camisa y su cabeza la mantiene hacia abajo, como si le pesara. Lo llamaron zombi por analogía a esos muertos vivientes que tanto han tratado la literatura y el cine de suspenso o terror. Según el diccionario, un zombi es un muerto que ha sido revivido mediante un rito mágico y carece de voluntad propia.
El zombi logró reconocimiento luego de filmes como Frankenstein (1931, James Whale) en la que un científico da vida a un cadáver que vive para terror de su entorno. Una de sus consecuencias es Herman Munster, que desemboca en serie de TV, La familia Adams; en la misma línea está el Conde Drácula, originario de Bran, cerca de Brasov, Transilvania (Rumania), y hoy es el símbolo de esta urbe que hace paquetes turísticos para presentarlo en su castillo real que dio origen a su leyenda, de vampiro que seduce a doncellas y les chupa la sangre en sus paseos nocturnos.
Sin embargo, la alarma que prendió este zombi paisa esta semana es que se creía que al fin se había encontrado un zombi real que convive con los ciudadanos. Pero pronto se adjudicó su conducta a un paciente que estaba en abstemia de heroína y la ilusión de un zombi verdadero perdió fuerza. Mas no del todo. Plataformas digitales se llenan de zombis. La serie Dead man walking, Netflix y próximamente en ópera que trae Cine Colombia escenifican seres que han sido trasformados por una extraña enfermedad en la que mueren pero siguen vivos rondando y se alimentan de personas que todavía no están muertas. La lucha entre vivos y muertos vivos es tenaz, ya que los segundos andan en manadas esperado que los vivos cometan un error para comérselos, sin que ello sea antropofagia, sino derecho a la sobrevivencia. Pero se sobrevive como muerto.
Las urbes se van llenando de zombis y fantasmas según infinidad de leyendas locales y ahora llegan nuevas generaciones con los robots vivientes que producen las tecnologías y vendrá producción en masa con la inteligencia artificial. Así que el asombro que produjo el zombi en Medellín es coherente: los ciudadanos del mundo tenemos que irnos acostumbrando a que ya no estamos solos los seres de carne y hueso; Blade runner, de 1982, abrió camino: los clones hechos por los humanos se han rebelado y quieren mandar el mundo. Nos quieren comer.
ARMANDO SILVA