El grafiti, una vez más, en el centro del debate urbano. Hace ya varios años publiqué, como mi tesis en Francia, lo que sería un primer intento por responder a una pregunta obvia pero aún no respondida, qué es un grafiti; así concluí: “escritura de lo prohibido”. Hoy en muchas partes ya no es prohibido, se mezcla con lo comercial y se volvió arte urbano. Se vive, pues, un momento de nuevos aportes y de confusiones y aprovechamientos de su buena historia y reputación de objeto combativo.
Banksy, uno de los más sonados grafiteros, que sigue anónimo e inesperado, está compartiendo en su página grafitis de Neon con un fondo de 3D y así un ícono, como aquella niña que corre desnuda de las bombas en Vietnam, aparece alumbrada de terror. ¿Pero la belleza formal no quita capacidad rebelde al grafiti?
En São Paulo, líder en grafiti, brota un nuevo acontecer y Kobra, uno de los más reconocidos artistas ‘da rua’, representó (Av. Paulista) al Ayrton Senna ídolo de la fórmula 1, muerto en tragedia, le confesó a la periodista N. Galarraga que fue contratado por Audi: “sin empresas patrocinadoras, muchos de esos murales no existirían”. Como los logos no se pueden poner en los murales, apareció otra salida: las redes sociales; para saber lo oculto de los murales y obras puede entrar a Instagram. De esa manera las redes han entrado de lleno al grafiti urbano.
¿Quién dio la orden? Se pregunta un cartel en Bogotá con un trasfondo de varios militares, posibles ordenadores de ‘falsos positivos’. Un juez ordena que sea eliminado, pero la Corte Constitucional se expresó en su defensa: “por la libertad de expresión, es un asunto de interés público y no difamatorio”.
La alcaldía de Bogotá acaba de invertir millones pintando de verde puentes donde recrean murales (Distrito Grafiti) para darle belleza al sitio. Pero en Twitter le recuerdan que miren debajo del puente, ciudadanos, asustados y abandonados: “lo verde es solo en pintura”. En este caso el grafiti corre, pero por las redes.
La otrora temida y maldecida pinta urbana reaparece entonces hoy, luego de los encierros, aun cumpliendo su misión de agitación pública, pero también deseada y manoseada por comerciantes, políticos, autoridades. Lo peor del grafiti hoy quizá sea que su condición contestataria la quieren simular las mismas instituciones, lo quieren volver objeto de buena educación. Quien quiera su ciudad tendrá que iniciar diciendo, cómo no: I love grafiti y sus rutas de turismo.
ARMANDO SILVA