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La inminencia de una revelación que no se produce

Todo indica que de la mal llamada crisis por la que atraviesan las economías no se saldrá pronto.

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El título de esta columna, tomado de Otras inquisiciones, una de las obras magistrales de Jorge Luis Borges, sirve para navegar un poco entre el picado mar de predicciones contradictorias que –con mayor énfasis en el plano intuitivo– se vienen ensayando en torno a la salida del constreñimiento a que está sometida la humanidad entera y la búsqueda de solución a la debacle del sistema económico por el impacto multidimensional del covid-19.
La esperanza de una vacuna salvadora, en las manos largas y codiciosas de las transnacionales farmacéuticas, así como la posibilidad de un eventual cambio radical en el modelo de desarrollo bajo la (des)orientación de los actuales dirigentes tradicionales de signo neoliberal (un sistema basado en la apropiación privada de las ganancias y la socialización de las pérdidas) no serían más que simples representaciones oníricas, porque en ellos no se advierte generosidad, ni voluntad de cambio, ni ética transformadora, mucho menos convicciones democráticas, como ya lo ha demostrado su cacique mayor, el presidente norteamericano, Donald Trump, al anunciar su disposición monopolista de hacerse con todo el suministro mundial de los próximos tres meses de remdesivir, uno de los medicamentos en el tratamiento de la infección en boga.
Todo indica que de la mal llamada `crisis´ –una palabra cuya etimología, por cierto, identifica un fenómeno eminentemente circunstancial, no duradero– por la que atraviesan las economías del planeta no se saldrá pronto. A juzgar por los indicadores de las instituciones multilaterales más consultadas y determinadas investigaciones de la academia científica, a menos que las tendencias mundiales cambien dramáticamente, el pronóstico general es sombrío. Así para la masa ignara traiga algo de consuelo el hecho de que todo el mundo se encuentre en las mismas circunstancias de estancamiento fiscal, los antecedentes del manejo económico en nuestro país no nos deja espacio para el optimismo a mediano plazo.
Leo en ‘The Economist’  que “La pandemia de covid-19 todavía no ha alcanzado su punto máximo en América Latina y es probable que dure varios meses más”.
En este nuevo y extraño entorno, el gasto público continuará su caída progresiva en la medida en que se debilitan los balances de los hogares y las empresas. Al final, las quiebras destruirán el capital organizacional e informativo y un fuerte comportamiento preventivo inducido por la incertidumbre se impondrá. Como tal, la inescrutable atmósfera continuará generando sensibles cambios en los patrones de comportamiento, consumo y producción, lo que a su vez provocará una transformación estructural más amplia en creencias, hábitos y costumbres.
No debe olvidarse que las respuestas exitosas a la contención de la pandemia han sido básicamente cuatro: un aparato estatal competente, un sistema académico con instituciones de investigación científica alertas y coordinadas (pues, según el sociólogo Max Weber, la acción y la ciencia se exigen recíprocamente), allí desempeña un papel relevante el liderazgo efectivo de un gobierno cuya conducta ética e independiente les da confianza a los ciudadanos y estos lo escuchan. Los Estados disfuncionales en sociedades polarizadas y liderazgo débil no han logrado procesos eficientes en la construcción de barreras protectoras, fuera del extremo y discriminado confinamiento de sus ciudadanías.
En tal virtud, el cambio anhelado –en la pospandemia– solo podría llegar con la puesta en marcha de una democracia integral en nuestro medio, a partir de la construcción de un modelo de desarrollo redistributivo de los bienes públicos, materiales y simbólicos, y la construcción de una nueva sociedad con amplia información científica que conjugue la activa participación de la ciudadanía toda en la promoción y aplicación de las transformaciones civilizadoras, planteadas desde las vigorosas movilizaciones sociales y políticas del 21 de noviembre del 2019.
Sin embargo, los ritmos en los cambios que probablemente se concretarían en estos países subordinados seguramente van a estar ligados al sistema económico global y se producirán en los patrones de consumo y el mercado laboral. "Los mercados por sí solos –según la autorizada voz de Joseph E. Stiglitz en La ilusión del capitalismo progresista– no son adecuados para gestionar la transformación que produciría el descalabro provocado por el coronavirus. Para apuntalar la recuperación, es indispensable la intervención del Estado. Además, la realidad que nos circunda requiere del concurso de científicos y de dirigentes capaces de contribuir a esclarecer los grandes problemas que atraviesan Colombia y el hemisferio en términos de sostenibilidad ambiental y democracia.
Alpher Rojas Carvajal

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