Nació una nueva red social y nosotros nos comportamos una vez más en cardumen, moviéndonos sincronizadamente hacia ella. Fue una actitud instintiva, natural, colectiva, casi que de supervivencia social. Como la de un conjunto de sardinas que necesita mantener simultaneidad en sus acciones para evitar a los depredadores y poder alimentarse.
Sabemos que somos débiles cuando nos excluyen y por eso, a comienzos de este mes, muchos llegamos al unísono a Thread, el nuevo Twitter de Meta.
Sufrimos de ansiedad por no querer perdernos de algo, incertidumbre por la reacción de los demás hacia nuestras posiciones y de una profunda angustia por no estar presentes. El instinto social es una fuerza invisible poderosa que nos guía para sentirnos más protegidos y en un ambiente más propicio a la reciprocidad.
Y aunque llegamos juntos casi al tiempo a esa nueva red, una vez allí, quedará clara la individualidad de cada uno y la interminable necesidad de reafirmar nuestra matriz moral y gustos personales. Tal vez sin quererlo, terminaremos creando tribus ideológicas que buscarán acallar a los rivales; se formarán cardúmenes selectivos depredadores y egoístas. Allí, la efervescencia colectiva nos jugará en contra y hará de esta nueva red un escenario diferente para nuestros acostumbrados pecados.
Nos dicen que llegamos a la red donde se evitarán los perfiles falsos y se impulsará un espacio positivo para crear y expresar ideas.
Explica Jonathan Haidt, citando a Durkheim, que ese éxtasis de las tribus viene con una estimulación poderosa que genera grandes pasiones irracionales y pérdida de la individualidad. Aquí el colectivismo segregador se vuelve más peligroso. En parte, explica, por razones biológicas: el cerebro segrega oxitocina cuando hay o íntimo (físico o mental o digital) con alguien que piensa similar, lo que a su vez refuerza los vínculos para competir mejor contra otros grupos.
Nos dicen que llegamos a la red donde se evitarán los perfiles falsos y se impulsará un espacio positivo para crear y expresar ideas. La tierra prometida de las redes sociales que venimos buscando en este peregrinaje por el desierto árido de Twitter.
La mala noticia es que a la nueva red llegaron las mismas personas con sus mismos sesgos, fobias, y construcciones mentales, buscando aprobación y confirmación. La culpa no será más del medio, sino de sus participantes.
El pesimismo nos hace pensar que seremos felices en Thread y mantendremos los timelines con mensaje positivos hasta que nos demos cuenta de que las narraciones vitales e historias, cargadas de excesiva moralidad, riñen contra las de otros, y de que la cooperación solo pareciera existir entre grupos similares.
En el libro ‘La mente de los justos’ se describe el porqué de lo anterior: “La naturaleza humana no es solo intrínsicamente moral, es también intrínsicamente moralista, crítica y sentenciosa”, lo que nos constriñe en las redes viejas y nuevas, a donde seguiremos llegando en cardumen para ser atrapados en comunidades sin reglas y sin intereses compartidos.
Dale un pez a la red y lo volverás consumidor; enséñale al pez a usar la red y se creerá un experto influenciador.
ALEJANDRO RIVEROS GONZÁLEZ