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No están solas en el camino

La inequidad no es un problema de las mujeres, es un problema de todos.

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Terminó marzo, otro mes de la mujer con grandes señales de cambio, pero aún sin el cambio. Algunas empresas siguen debiendo sus políticas de equidad e inclusión; también algunos gobernantes locales aplazaron sus iniciativas para luchar contra la discriminación. Otra gran cantidad de hombres contribuyeron con el odioso silencio, y otro puñado de mujeres prefirieron que fuera así, pues para algunas no está bien que los hombres opinen sobre asuntos de mujeres, sentenciándolos al mutismo.
(También le puede interesar: La política del ‘Guernica’)
Es verdad que los hombres históricamente hemos sido parte del problema, o hemos sido el problema. Lo menos que podemos hacer hoy es ser parte de la solución, o por lo menos ayudar a acelerarla. No nos quiten esa posibilidad, no nos alejen de ese camino que con gran esfuerzo ya han arrancado.
En la niñez nos dicen que si rompemos algo lo menos que podemos hacer es intentar arreglarlo porque eso lo agradecerá el objeto que dejará de estar roto y nos hará mejores personas. Bueno, pues cada vez que las mujeres fueron relegadas, maltratadas y apartadas, algo se rompió en la sociedad y nuestra labor hoy es arreglarlo, por el bien de la sociedad, que ya no estará rota, porque nos hará mejores personas.
Ya se logró pasar de tener una sociedad inconscientemente machista a una conscientemente machista. Algo es algo.
Hace pocos días tuvo lugar un foro sobre los avances de la industria del petróleo, gas y combustibles líquidos en la equidad de género. Allí se recordó que las mujeres y niñas viven la pobreza energética de manera desproporcionada, pues son quienes sufren en extremo las consecuencias de un no igualitario a la energía.
Dice el reporte de ONU Mujeres que las facturas energéticas en Europa —por la crisis de Ucrania— afectan a casi la mitad de las madres al frente de familias monoparentales y a un tercio de las mujeres solteras, vulnerando su calidad de vida. Este es un ejemplo de cómo la energía, o la falta de esta, aumenta la brecha existente entre géneros. ¡Cuidado con la forma como hacemos la transición energética! ¡Cuidado con las decisiones que se toman en sectores históricamente masculinizados!
Se debe reconocer, eso sí, el progreso que ha habido en la gran mayoría de industrias en Colombia que quieren ayudar pronto a reparar la sociedad rota, porque a pesar de que el planeta gira a su propio ritmo, todos están más dispuestos a acelerar el suyo para generar cambios de forma veloz.
Ya se logró pasar de tener una sociedad inconscientemente machista a una conscientemente machista. Algo es algo. Ahora se debe marchar hacia el siguiente nivel: alcanzar una sociedad inconscientemente equitativa en materia de género donde la igualdad sea tan natural que no se deba hablar más de listas cremallera, cuotas en cargos públicos ni otro tipo de discriminación positiva; donde no se necesite de foros sobre equidad de género, ni leyes para obligarnos a los hombres a ser lo que moralmente debimos haber sido desde el comienzo.
Por mucho tiempo las mujeres estuvieron solas en esta lucha, ya no lo están. La inequidad no es un problema de las mujeres, es un problema de todos, incluyendo esa otra mitad de colombianos que por muchos años miramos para otro lado.
ALEJANDRO RIVEROS

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