La novela póstuma de Gabo

En agosto nos vemos, novela póstuma del nobel, nos deja la sensación de acciones repetidas en casi toda su obra: amores a escondidas, infidelidades cotidianas, parlamentos impactantes e inteligentes, con un toque de ironía y un erotismo desbordante en cada página.

La magia no se pierde y más allá del fondo, sigue siendo una escritura enmarcada por la poesía, con un manejo exquisito de las metáforas y de los símiles. Tal vez en eso radica la importancia de una novela que se vuelve poesía.

Los personajes parecen salidos de un filme francés: elegantes, engominados, con el penetrante aroma de los mejores perfumes. Los espacios son tan bien descritos que hacen que nos veamos allí inmersos, sintiendo el calor de una ciudad desbordada de música; aunque también de encuentros y desencuentros, de maravilla y de pecado.

En nuestra niñez, en un juego infantil, invocábamos al lobo, tratando de evitar su llegada a través de pasos requeridos para que su presencia no se diera. ¿El lobo está? Se está bañando, se está peinando, se está vistiendo, hasta que su llegada era inminente y no había nada que hacer, pues no contábamos con herramientas para detenerlo. La situación actual del país está permitiendo que el lobo llegue, ante la indiferencia de las fuerzas vivas y la carencia de liderazgo a todo nivel que promueva la unión para evitar el tsunami. Me preguntó dónde están los expresidentes, los líderes regionales, los académicos. Requerimos urgentemente ceder la posta a la sub20 conformada por ejecutivos y políticos jóvenes que hoy tienen las competencias y la formación para este segundo tiempo. Sin estas nuevas visiones, al país de la belleza el lobo lo devorará.

Es empezar a demoler el know how a la istración de lo público de Colombia, si prescindimos de los llamados técnicos para conducir entidades claves para el funcionamiento exitoso del Estado. No se puede poner de moda la improvisación, cuando se cambian requisitos para acceder a cargos. Es desandar caminos que se han venido estructurando desde 1958. Desde Carlos Lleras se viene consolidando la tecnocracia, que hoy se quiere desprestigiar. Un disparate.

Ante lo que nos está pasando con el cambio climático no podemos ignorar el daño que por miles de años hemos hecho a la naturaleza. Tenemos que tomar medidas, como reforestar, defender las selvas, pues a la larga son las de las futuras generaciones.

Ya hemos visto cómo arde la tierra y nos llegan mensajes a manera de humaredas. También tenemos que cuidar el agua, por estos días escasa. No solo sembrando árboles, sino conciencia, en especial en niños, jóvenes y campesinos, que ya sienten el rigor del verano. Nadie imagina las consecuencias de una sequía mayor.