SHANGHAI — Dentro de un comedor para personas mayores en Shanghai, una trabajadora con una esponja se acercó a Maggie Xu, de 29 años, mientras ésta terminaba su arroz y brócoli. Xu la ignoró.
“Si vienes a las 12 en punto, las tías te darán menos comida”, dijo Xu, hablando en voz baja. Pasadas las 13:30 horas, regalan caldo. También empiezan a rondar —como la tía con la esponja— apresurando a los rezagados a salir por la puerta.
Xu está familiarizada con los ritmos del Comedor Comunitario de Tongxinhui porque come allí todos los días para ahorrar dinero. Tiene un buen trabajo como contadora, pero no puede sacudirse una sensación de inquietud sobre su futuro.
“Sólo cuando ahorres dinero te sentirás seguro”, afirmó.
En estos difíciles tiempos económicos en China, muchos jóvenes están desempleados, pero no son los únicos ansiosos. Una devastadora caída en el valor de los bienes raíces, donde yace la mayor parte de la riqueza de los hogares, ha aumentado la sensación entre los jóvenes profesionistas como Xu de que su situación también es precaria.
En Shanghai, algunas personas están encontrando alivio en centros comunitarios subsidiados que alguna vez atendieron principalmente a personas mayores, pero que ahora también atraen a multitudes más jóvenes. La comida es costeable y abundante. Los platillos que se ofrecen, a veces tan baratos como 1.40 dólares, están repletos de especialidades locales como anguila con aceite caliente o costillas de cerdo al vapor.
Los comedores son operados de manera privada, pero están subsidiados por el gobernante Partido Comunista de China y atienden a residentes mayores, ofreciendo comidas con descuento y servicios de entrega.
En el comedor a donde acude Xu, los comensales mayores de 70 años obtienen un descuento del 15 por ciento.
Los comedores datan de una época oscura durante el Gran Salto Adelante de Mao a fines de la década de 1950, cuando el Partido Comunista reemplazó los restaurantes privados con comedores comunitarios, dijo Seung-Joon Lee, profesor asociado de historia en la Universidad Nacional de Singapur.
Hay 6 mil comedores locales en todo el País, de acuerdo con el servicio oficial de noticias Xinhua. En Shanghai hay más de 300.
La renuencia a gastar se ha vuelto tan común que está contribuyendo a los problemas económicos del país e incitando a los altos funcionarios a hablar con urgencia sobre promover la confianza.
Si hay algo que le falta a Deng Chunlong, de 31 años, es confianza. El negocio de entrenamiento personal de Deng ha sufrido. Algunos clientes han dejado de ir por completo.
Deng ha estado acudiendo a un comedor en Shanghai para reducir sus gastos. Dejó de rentar un departamento y duerme en su estudio de Pilates.
“Parece que la gente no está dispuesta a gastar tanto”, afirmó entre bocados de coliflor y puerco.