Frente a una cuadra de densos edificios de oficinas en el oeste de París, Bernard Sokler estaba rodeado de árboles, maleza y grillos mientras trabajaba en un arbusto de flores silvestres color púrpura en una franja de tierra olvidada.
Sokler, de 60 años, y su equipo se encargan de la vegetación alrededor de una serie de vías de tren en desuso que rodean París, conocido como el Pequeño Cinturón, que la Ciudad está revitalizando para mitigar los efectos del cambio climático. El proyecto pretende ofrecer un respiro a los residentes de la Ciudad —aunque tendrá un costo para la flora y la fauna que ahora habitan las vías.
“Si quieres una verdadera reserva natural, no puedes dejar entrar a los humanos”, dijo Philippe Billot, quien supervisa el proyecto para Espaces, un grupo ambientalista que ayuda a istrar los espacios verdes en la región parisina. “Pero París será una de las peores ciudades en términos de calentamiento global, por lo que necesitamos abrir lugares como estos”, añadió.
París tiene sólo la mitad de la cobertura verde de Berlín y Madrid, y los densos suburbios que rodean a la capital sa ponen el verde del campo aún más fuera de su alcance. El centro de París suele ser dos o tres grados centígrados más caluroso que sus suburbios.
Un estudio en la revista Lancet encontró que París fue la capital europea con el mayor número de muertes excesivas durante las olas de calor en lo que va del siglo.
La esperanza ahora es que este paraíso verde pueda ofrecer un respiro a una ciudad mal adaptada al calor. El proyecto, iniciado en el 2006, abrirá ocho hectáreas más en los próximos tres años.
Abunda la fauna y la flora a lo largo de la línea, que tiene unos cuantos metros de vegetación a cada lado durante la mayor parte de sus 32 kilómetros de longitud.
Sin embargo, derribar vallas, despejar caminos y abrir los espacios al público corre el riesgo de dañar la misma biodiversidad que sin duda atrae a quienes descienden al Pequeño Cinturón.
“Cuando la gente empieza a caminar a algún lugar, una parte de la vegetación muere inmediatamente”, dijo Eric Larrey, un ingeniero que ayuda a las ciudades sas a adaptarse al cambio climático.
Con un tercio de las vías abiertas, los animales se están yendo, afirmó Billot. “Veo menos palomas, menos jilgueros, menos murciélagos y erizos”.
Cuando empezó a trabajar en el Pequeño Cinturón en el 2009, la vía férrea parecía un bosque joven. Ahora, algunas partes parecen más parches de hierba. “Yo llamo a esto la carretera de los corredores”, dijo Billot sobre una sección, donde escaseaban indicios de vida silvestre mientras la gente pasaba corriendo o paseaba a sus perros.
Esto se debe principalmente a que algunos túneles y puentes en la línea, que la Ciudad istra junto con el servicio ferroviario de Francia, están tan dañados que su renovación costaría millones de euros. También hay preocupaciones por la vida silvestre.
Billot dijo que estaba agradecido de tener más libertad que cuando trabajaba en parques más convencionales, donde se valoraba el orden por encima de dejar que la naturaleza creciera libremente.
Una parte particularmente exuberante del Pequeño Cinturón se abría paso debajo del Parque Montsouris, con largos túneles rodeados por muros de piedra cubiertos de hiedra.
“¿Puedes creer que estoy en el trabajo?”, preguntó Billot.
Por: Juliette Guéron-Gabrielle
The New York Times
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