ROTHERHAM, Nueva Zelanda — Camionetas transportaban un sinnúmero de cadáveres de animales al recinto del evento. Cerdos, ciervos, zarigüeyas, gatos salvajes —todos a ser pesados y exhibidos.
El Concurso de Caza de North Canterbury, en Rotherham, en la Isla Sur de Nueva Zelanda, era una actividad en familia. Los niños más pequeños participaban en una carrera de obstáculos cargando conejos y patos muertos, mientras que los niños mayores corrían con un jabalí de 20 kilos sobre sus hombros.
“Hay que sujetarle el hocico para que no se tambalee y se caiga”, dijo Jo Richards mientras su hijo de 9 años esperaba para competir. “Pero les encanta”.
Sin mamíferos terrestres endémicos, Nueva Zelanda ha tratado de eliminar o reducir las especies “plagas” introducidas durante la colonización que dañan a las plantas, aves, murciélagos, ranas, peces y mamíferos marinos endémicos.
Pero esta competencia ha dejado al descubierto una maraña de tensiones.
Los organizadores del evento realizado en junio habían anunciado que los niños cazarían gatos salvajes. A los grupos defensores de los derechos de los animales les preocupaba que pudieran ser cazados gatos domésticos por error y que eso enseñaría a los niños que matar era un juego. Los organizadores finalmente dieron marcha atrás y restringieron la caza de gatos a los adultos. Pero argumentaron que era crucial enseñar a los niños sobre el daño que causan todos los animales invasores.
Los activistas señalan a reportes de que niños han ahogado crías de zarigüeyas en cubetas de agua durante actividades de caza para recaudación escolar de fondos como evidencia de que los eventos, que son populares en las comunidades rurales, insensibilizan a los niños a la violencia.
Pero entre las familias rurales hay poco debate. Los animales plaga “causan una enorme cantidad de daño, y la gente en las ciudades no lo ve, porque no lo viven”, dijo Peter Johnstone, un jubilado local.
En Rotherham, los defensores de los derechos de los animales agitaron carteles durante la competencia. Un cartel decía: “Si su hijo se comporta como una plaga salvaje, ¿puedo recibir 5 dólares por piel?”
Al final, la controversia resultó beneficiosa para la competencia: la asistencia se disparó y los 32 mil dólares que recaudó ayudarán a financiar un tercer maestro para la escuela local.
Para muchos en la región, la caza es simplemente parte de la vida, no una cuestión política. “¿Estamos insensibilizados o es solo la realidad?”, preguntó Beau Moriarty.
Esa mañana, había ido a cazar con su padre, Richard, y su hijo Max, de 3 años, que volteaba rocas por el camino. Debajo de una, encontró un pequeño insecto pálido, que Richard identificó como una larva de pasto.
Max volvió a colocarle la piedra encima, cuidando de no aplastarla.
YAN ZHUANG. THE NEW YORK TIMES
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