El primer tramo del viaje de 55 kilómetros desde la capital de Ghana, Accra, hasta la fábrica de chocolate Fairafric, en Amanase, es rápido. Pero después de unos 30 minutos, la carretera bien pavimentada se convierte en un camino de tierra sin carriles. Los vehículos avanzan por tramos escarpados y llenos de baches bordeados por barreras de concreto, áreas lodosas y piedras.
El camino es uno de los retos que Fairafric ha tenido que sortear para construir una fábrica en este país de África occidental. La zona carecía de conexión de telecomunicaciones de fibra óptica. Ningún banco local estaba interesado en prestar dinero a la empresa. Se requirió la intervención del Presidente de Ghana antes de que pudiera comenzar siquiera la construcción en el 2020.
La industria global del chocolate es una empresa multimillonaria, y en África se cultiva el 70 por ciento de los granos de cacao crudo del mundo. Pero produce sólo el 1 por ciento del chocolate —perdiendo una parte del negocio que genera los mayores réditos y está dominado por multinacionales estadounidenses y europeas.
El cultivo y la cosecha de cacao es el eslabón peor pagado de la cadena de valor del chocolate. Los agricultores reciben apenas el 5 o 6 por ciento de lo que cuesta una barra de chocolate en París, Chicago o Tokio.
Captar una mayor proporción de las ganancias generadas por las ventas de chocolate y mantenerlas en Ghana —el segundo mayor exportador de cacao detrás de Costa de Marfil— es la visión detrás de Fairafric. El objetivo es fabricar chocolate y crear empleos estables y bien remunerados.
Crear capacidad industrial es sumamente difícil en un lugar como Ghana. Fuera de las grandes ciudades, tal vez sea necesario establecer sistemas confiables de electricidad, agua y drenaje. Es posible que proveedores, trabajadores calificados y la tecnología y el equipo necesarios no estén fácilmente disponibles.
Y es posible que las startups inicialmente no produzcan suficiente volumen de exportación para pagar los altos costos de envío.
La idea detrás de Fairafric es crear una empresa rentable y distribuir las ganancias de manera más equitativa —entre agricultores, trabajadores de fábricas y pequeños inversionistas en Ghana. Al mantener la manufactura en casa, Fairafric apoya a otras empresas locales, como la empresa de papel que suministra las envolturas del chocolate. También ayuda a construir infraestructura. Ahora que Fairafric ha instalado las conexiones de fibra óptica, otras startups pueden conectarse.
Fairafric fue fundada por un emprendedor alemán con consciencia social llamado Hendrik Reimers. Comenzó con una campaña de recaudación de fondos colectiva en el 2015. Una empresa familiar de chocolate en Alemania compró una participación en el 2019 y convirtió a Fairafric en una filial.
Luego llegó la pandemia y el Presidente Nana Akufo-Addo cerró las fronteras de Ghana. Un equipo de ingenieros alemanes y suizos que habían estado supervisando la construcción de una fábrica Fairafric con energía solar en Amanase no podía ingresar al País.
Entonces, Michael Marmon-Halm, director general de Fairafric, escribió una carta al Presidente pidiendo ayuda.
“Abrió el aeropuerto”, dijo Marmon-Halm.
Fairafric, que compra granos a unos 70 pequeños agricultores de la región oriental de Ghana, va más allá y paga 600 dólares adicionales por tonelada por encima del precio del mercado mundial por sus granos cultivados orgánicamente.
La fábrica de Amanase emplea a 95 personas. Tienen seguro médico y reciben un salario superior al salario mínimo. Los salarios están vinculados al dólar para protegerlos contra las fluctuaciones monetarias. Debido a las irregularidades de las redes de transporte, la empresa hizo arreglos para una van de transporte gratuita.
Marmon-Halm dijo que la industria del chocolate genera una enorme cantidad de riqueza. Pero “si quieres obtener el beneficio completo, tienes que ir más allá de simplemente vender granos”.
Por: PATRICIA COHEN
The New York Times
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