CIUDAD DE MÉXICO — El Presidente mexicano quería cerezos. Era 1930 y el Presidente Pascual Ortiz Rubio los había visto bordeando las calles de Washington y deseaba el mismo espectáculo para su Capital.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón recurrió a Tatsugoro Matsumoto, un inmigrante japonés que cuidaba los jardines de Chapultepec, entonces la residencia Presidencial en la Ciudad de México. Pero los inviernos en la Capital no eran lo suficientemente fríos para que los cerezos florecieran por completo, dijo el jardinero experto.
Otro árbol con flores de colores podría funcionar bien: las jacarandas.
La historia ha borrado algunos detalles, pero durante casi 100 años, los residentes de la Ciudad de México han disfrutado de la temporada de jacarandas.
Cada primavera, millones de personas pasean por la Capital bajo una explosión de flores moradas y caminan sobre una fina alfombra de pétalos color lavanda.
“Me dijeron que este árbol siempre crea esperanza”, dijo Alma Basilio, una psicóloga que posaba para una selfie con una amiga bajo las flores.
El árbol tiene su origen en la Amazonia. Son árboles caducifolios, lo que significa que pierden su follaje cada año cuando el clima se vuelve frío. Y cuando suben las temperaturas, sus ramas se llenan de flores.
“¡Bum! Todo el árbol se llena de flores inmediatamente, no progresivamente”, dijo José Luis López Robledo, quien opera un vivero cerca de la Ciudad de México.
La tarjeta de inmigración mexicana de Matsumoto dice que llegó en 1896 y apuntó “jardinero” como su ocupación. Pero en Japón era un arquitecto paisajista que había trabajado en el palacio imperial, dijo Sergio Hernández, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Llegó a las Américas en 1888 a instancias de un empresario peruano que quería un jardín japonés.
“De su lejana tierra natal, el artista trajo por barco hermosas plantas”, dice un volumen peruano sobre el jardín. Después de ver su trabajo en Lima, un empresario minero mexicano lo contrató para crear algo para su hacienda.
Matsumoto se convertiría en un rico emprendedor que sirvió a varios Presidentes mexicanos. Con su florería, que abrió en 1898, Matsumoto presentó arreglos florales ornamentados a la alta sociedad y creó ramos de flores para las estrellas de la época dorada del cine mexicano.
Cuando México ordenó que todos los japoneses del País se trasladaran a la Ciudad de México y Guadalajara debido a la Segunda Guerra Mundial, Matsumoto y su hijo, Sanshiro, intercedieron ante el Gobierno y alojaron a 900 de sus compatriotas en una de sus extensas haciendas.
Hernández señala que Matsumoto no introdujo las jacarandas en México —algunas ya pueden haber estado creciendo— sino que las domesticó.
En los últimos años, las jacarandas también han atraído detractores: “Florece controversia sobre jacarandas”, decía un artículo el mes pasado que citaba a especialistas advirtiendo que las especies exóticas podrían crear un desequilibrio en los ecosistemas locales.
El paisaje urbano de la Ciudad de México cambia continuamente: se levantan nuevos edificios todos los días, cientos de palmeras están muriendo por una plaga, los jardineros preocupados por el agua buscan plantas que resistan una sequía. Los inviernos son cada vez más cortos y calurosos.
Sin embargo, dijo López Robledo, “si algo va a sobrevivir, serán las jacarandas”.
Por: Elda Cantú
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