Durante los últimos dos años y medio, Oregon ha estado realizando un experimento para detener la adicción y las muertes por sobredosis. Las personas sorprendidas con pequeñas cantidades de drogas ilícitas para “uso personal”, incluyendo fentanilo y metanfetamina, reciben una multa de sólo 100 dólares —una sanción que se puede evitar si participan en un examen de detección de drogas y una evaluación de salud. El objetivo es reservar los procesos legales para los traficantes y abordar la adicción principalmente como una emergencia de salud pública.
Cuando la propuesta, conocida como Medida 110, fue aprobada por casi el 60 por ciento de los electores de Oregon en noviembre del 2020, la pandemia ya había vaciado a trabajadores y turistas del centro de Portland, la ciudad más grande del Estado, que había tenido unos 650 mil residentes. Pero su población callejera estaba creciendo, particularmente después de las protestas contra la policía que se habían extendido por todo Estados Unidos ese verano. A los pocos meses de que la medida entró en vigor en febrero del 2021, el consumo de drogas al aire libre, durante mucho tiempo en las sombras, saltó a la vista, con personas sentadas en círculo en los parques o apoyadas contra los señalamientos de las calles, fumando fentanilo triturado en papel aluminio.
Desde entonces, las tasas de sobredosis en Oregon no han hecho más que aumentar. Ahora, muchas aceras de Portland están llenas de tiendas de campaña. Las listas de espera de meses para recibir tratamiento siguen aumentando. Algunos políticos y grupos comunitarios están pidiendo que la Medida 110 sea reemplazada por leyes estrictas sobre posesión de fentanilo. Otros piden darle más tiempo y recursos.
Lo siguiente es un mosaico de voces de Portland hoy.
Trabajando en el centro, caminando al trabajo en Forte Portland, una cafetería y bar de vinos que opera con su hermano en el vestíbulo hundido de un edificio comercial, Jennifer Myrle le saca la vuelta a agujas, vidrios rotos y heces humanas. A menudo, dice, alguien yace sin sentido frente a la puerta del vestíbulo, bloqueando su entrada. El otro día, un hombre entró tambaleándose, se tumbó en un sofá, se quitó la camisa y los zapatos y se negó a irse.
“A las cuatro de la tarde las calles pueden parecer como una central de narcomenudeo”, dijo Myrle. “Por lo menos entre 20 y 30 personas con pasamontañas, sudaderas con capucha y mochilas, normalmente en bicicletas y scooters. No tiene sentido llamar a la policía”.
Está muy consciente de que está siendo testigo de una confluencia de problemas sociales de mucho tiempo, incluyendo crisis de salud mental y vivienda. “Pero se trata en gran medida de las drogas”, dijo.
Patrullando con Narcan, el oficial David Baer de la Oficina de Policía de Portland patrulla el centro en una bicicleta de montaña, armado con una pistola, una libreta de citatorios y la droga Narcan para revertir sobredosis. Pasa su turno arrestando a narcomenudistas callejeros que transportan grandes cantidades de pastillas de fentanilo azul, emitiendo multas de 100 dólares a personas que se inyectan o fuman drogas en público y istrando Narcan a quienes lo necesitan, una emergencia con la que se topa al menos una vez al día.
Una gran parte de su trabajo consiste en imponer multas relacionadas con la Medida 110. “Es como, ‘Oye, no puedes fumar metanfetamina o fentanilo en la acera o en el patio de recreo’. ¿Y la reacción que recibimos? La gente puede ser realmente agresiva. Creen que tienen razón porque creen que las drogas son legales.
“Yo digo: ‘La cerveza es legal, pero aún así no se puede beber cerveza en la vía pública’. Entonces les damos un citatorio y la tarjeta de detección de drogas. Luego dirán que no quieren tratamiento o nos dirán: ‘Está bien, llamaré al número’.
“Y dos horas más tarde nos los encontramos de nuevo, y están fumando o incluso sufriendo una sobredosis”.
Viviendo en una acera“Portland es el paraíso para los drogadictos sin hogar”, dijo Noah Nethers, que vivía con su novia en una tienda de campaña en la acera, donde se inyectan y fuman fentanilo y metanfetamina.
Mencionó las ventajas: puede consumir drogas donde quiera y la policía ya no lo acosa. Hay más narcomenudistas, lo que significa que las drogas son abundantes y baratas.
Desventajas: vivir en una tienda de campaña no es un paraíso, dijo, especialmente cuando la gente de tiendas cercanas, drogada con metanfetamina, lo golpea con bates de beisbol. Además, acababan de colocar avisos de desalojo para las tiendas ordenando que todos se fueran al día siguiente.
Creciendo en Detroit, soñaba con ser profesor de inglés y escribir libros. Pero en quinto año de primaria, encontró la mariguana de su hermano mayor. Para la preparatoria, Nethers estaba fumando pastillas de OxyContin trituradas. Luego probó la heroína. Entraba y salía de rehabilitación. Y prisión.
Durante los años que logró estar sobrio, Nethers trabajaba en la construcción, pagaba la renta y se convirtió en padre. Se mudó a Denver, pero la heroína volvió a encontrarlo. Durante mucho tiempo pudo consumir drogas y seguir trabajando. Pero después de dos grandes sobredosis, dijo: “Mi conciencia me estaba destrozando y tuve que irme”.
Hace cuatro años se mudó a Portland, pero las drogas lo llamaban. Entonces llegó la pandemia. “Estuve aguantando lo más humanamente posible, tratando de encontrar a los traficantes de heroína, pero luego desaparecieron”, dijo Nethers, que ahora tiene 42 años. “Así que me subí a la montaña rusa del fentanilo.
“Quiero detener el avión antes de que golpee totalmente la ladera de la montaña”, dijo Nethers. “Quiero decir, por favor, por favor Dios, dime que hay una manera de salir de esto”.”
Tantas llamadas de ayudaSolara Salazar, directora del Centro de Tratamiento Cielo, que atiende a adultos jóvenes en Portland, ahora recibe alrededor de 20 consultas al día sobre servicios de rehabilitación.
Cielo ofrece terapia ambulatoria y alojamiento para sobriedad. Eso es excelente para las personas que ya han comenzado a controlar sus adicciones, pero Salazar sigue escuchando de aquellos en crisis aguda que necesitan una cama en un programa residencial de inmediato. Recibe súplicas de personas que salen de desintoxicación hospitalaria, que aún no han pasado por rehabilitación hospitalaria. Los pacientes de Oregon que reciben Medicaid, el seguro gubernamental para los pobres, pueden esperar meses para obtener una cama de tratamiento, dijeron ella y otros. “No se puede saltar un paso y esperar que la gente tenga éxito”, afirmó.
“La historia que circula es: ‘La Medida 110 no funciona porque la gente no quiere tratamiento’”, dijo Salazar. “Eso simplemente no es cierto ”.
Uniendo a vecinos divididosDurante meses, una camioneta destartalada ha estado estacionada frente a la Iglesia Episcopal de los Santos Pedro y Pablo en el sureste de Portland, haciendo buen negocio a todas horas. La reverenda Sara Fischer cree que los propietarios trafican con drogas; reconoce a algunos clientes, que también aparecen en el estacionamiento de su iglesia, que organiza un programa de intercambio de agujas en el condado.
Algunas personas en la congregación de la iglesia han expresado su frustración por el uso público de drogas en el vecindario. Pero las sugerencias sobre cómo responder son divisivas. Algunos quieren que los consumidores de drogas sean desalojados: están enojados porque sus hijos deben esquivar tiendas de campaña camino a la escuela y ser testigos de sobredosis, ataques de frenesí y defecación pública. Pero otros, dijo, se preocupan por cómo brindar una mejor atención a los habitantes de las tiendas de campaña.
Los domingos, la iglesia patrocina una cena compartida para todos los de la comunidad, ya sea que vivan en tiendas de campaña o en casas cómodas. “Una vez que conocemos los nombres y las historias de las personas, no dan tanto miedo”, dijo Fischer. “Dejan de ser los ‘ellos’ allí afuera”.
No puede predecir el destino de la Medida 110, pero cree firmemente que penalizar la adicción a las drogas es la respuesta equivocada a problemas complejos.
“Creo que la Medida 110 necesita más tiempo”, dijo.
Por: Jan Hoffman
The New York Times
BBC-NEWS-SRC: https://www.nytimes.com/2023/07/31/health/portland-oregon-drugs.html, IMPORTING DATE: 2023-08-31 22:30:11